Si cae Armengol, cae Sánchez

Francina Armengol y Pedro Sánchez durante el acto homenaje a la Constitución, en el Congreso de los Diputados.

Francina Armengol y Pedro Sánchez durante el acto homenaje a la Constitución, en el Congreso de los Diputados. / EP

Matías Vallés

Matías Vallés

Félix Bolaños contesta el pasado viernes a una pregunta sobre la posible destitución de Francina Armengol con un categórico «quien tenga que pagar, que pague», sin defender a la aludida de las garras de Koldo. La traducción del ministro de Justicia al lenguaje presidencial demuestra que Pedro Sáncheztiene la tentación de dejar que caiga la presidenta del Gobierno, precisamente por su docilidad contractual a las órdenes emanadas del Gobierno socialista. Al frente del Govern balear, ejecutó a rajatabla las órdenes emanadas de Fomento, la perfecta apparatchik.

La presidenta del Congreso reúne los requisitos que la obligarían a dejar el cargo, por su disponibilidad a las condiciones económicas impuestas por Koldo para entregar un millón y medio de mascarillas fraudulentas. El PSOE solo afronta un pequeño problema para proceder a la decapitación. Si cae Armengol, cae Sánchez. O queda liquidada la legislatura, para ponerlo en términos abstractos. Los socialistas no se están distinguiendo por privilegiar los intereses nacionales sobre los particulares, véase la trama a la sombra de Ábalos, pero a España le costaría digerir seis elecciones en diez años. En especial porque los traspiés de la izquierda están colocando al PP al borde de la mayoría absoluta. En solitario.

La tercera magistratura del Estado convierte a Armengol en protagonista destacada del escándalo de las mascarillas vendidas por Koldo. Sin embargo, su posición en la cima también la blinda. No tanto por la significación intrínseca de su cargo, sino por los problemas que plantea su sustitución. El PSOE no está en disposición de hallar a otra presidenta que abarque el espectro de Junts a Podemos.

Carles Puigdemont impuso la condición estricta de que la candidata a la presidencia del Congreso fuera «votable» para su tropa. Digitada por el prófugo en tierras belgas, Armengol era la única diputada que encajaba en el perfil. Catalanista pero no catalana del odiado PSC, ni mucho menos valenciana. Recomenzar las negociaciones en pos de otra presidenta, solo multiplicaría los quebraderos de cabeza. Los cuatro rebeldes de Podemos escindidos de Sumar implican un problema adicional. Habría que negociar además con el malherido Ábalos, y con la presidenta depuesta si se empeñara en preservar su acta de diputada para conservar el aforamiento ante el Supremo.

Pese a los esfuerzos del PSOE, el escándalo Koldo le pertenece en exclusiva, también en Balears. El PP en el Govern mantuvo paralizado el expediente de reclamación, pero en todo caso ocuparía un papel subsidiario en la herencia recibida. Sin embargo, al exigir formalmente la destitución de la tercera autoridad del Estado, comete los errores por exceso que acostumbra. Los populares aseguran que Armengol «nunca fue apta para el puesto», con lo cual desacreditan el caso Koldo. Si debía irse de todas formas, decrece el impacto de un escándalo mayúsculo enmascarado en plena pandemia.

La imposible destitución y sobre todo sustitución de Armengol explica la introducción de una nueva consigna. Así se explica el salvad a ultranza a la presidenta de Óscar Puente en La Sexta, o la calculada abulia de Yolanda Díaz, amiga personal de la mallorquina. A la izquierda del PSOE, se observan con mayor claridad las consecuencias negativas de evitar una sucesión traumática, también inevitables. Con su declive certificado en las gallegas, Sumar tendrá que explicar con detalle su inhibición en un caso de corrupción flagrante, al margen de las conclusiones penales. La tenue coalición debe aceptar sin fracturas que la implicación de la presidenta es colateral. Por la vía más inédita, Armengol es insustituible. No hay otra.

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