ESCRITO SIN RED

Marlaska se hunde, Feijóo sigue extraviado

El ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska.

El ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska. / Marta Fernández Jara - Europa Press

Ramón Aguiló

Ramón Aguiló

Estos días pasados, los hechos de Barbate, con el resultado de dos guardias civiles asesinados, han conmocionado a la opinión pública. Han revelado la dejación por parte del Gobierno del campo de Gibraltar tras el desmontaje por parte de Marlaska del cuerpo de choque de la Guardia Civil contra los narcotraficantes. El descontento con la gestión del ministro del Interior ha alcanzado cotas superiores a muchas otras anteriores, entre las cuales, las destituciones de responsables como Pérez de los Cobos, anuladas por los tribunales; la devolución en caliente de menores de mayo de 2021 a Marruecos, sentenciada como ilegal por el Tribunal Supremo y rechazada por los propios socios de Gobierno del PSOE; la tragedia de Melilla tras el intento de salto a la valla que acabó con 23 muertos; la crisis inmigratoria en Canarias de los últimos meses, o la situación extrema de inmigrantes llegados en avión en las salas de Barajas. Pero nada de todo esto parece ser suficiente para que este hombre dimita o porque Sánchez le cese. A un autócrata como Sánchez nadie le dobla el pulso. La responsabilidad ya no es de Marlaska, está amortizado, es de Sánchez. Es desconcertante la capacidad de autodestrucción de la propia imagen de un hombre avalado por su trayectoria contra el terrorismo de ETA. Cómo, paso a paso, ha ido derrochando su capital personal. Cómo ha sido incapaz de subordinar su paso por la política a las más elementales reglas de la ética de la responsabilidad. Ningún responsable político ha tenido que soportar la humillación de enfrentarse a la esposa de unos de los guardias civiles asesinados impidiendo la colocación de la medalla del mérito al trabajo en el ataúd de su marido. No puedo imaginar qué incentivo moral o político puede superar este trance. Ningún ministro del Interior ha generado tanta inquina por parte de sus subordinados. Es un fracaso que ya deja de ser personal y alcanza a todo el Gobierno.

Los hechos ponen en evidencia la incapacidad del Gobierno para mantener la legalidad en una parte del territorio. Cabe señalar, por supuesto, la situación de debilidad de las instituciones en el campo de Gibraltar frente a la intrusión del narcotráfico entre gentes sin futuro de los barrios populares. Afecta a todas ellas, Policía Nacional, Guardia Civil, fiscales y jueces, y ayuntamientos. O la situación se revierte por parte del Estado o, si el coste de hacerlo es inasumible, es el momento de plantearse si no se está perdiendo la lucha legal contra el narcotráfico, si las consecuencias son difícilmente reversibles, y si la solución más racional es ya la legalización del consumo de hachís y marihuana para acabar con el poder de las mafias de la droga, su control social entre desempleados y el dispendio cada vez mayor de dinero público. De cada vez se hace más evidente que los beneficios superarían los inconvenientes. Ya se está haciendo en Alemania, con menor problemática que aquí; una señal de por dónde transitan las soluciones.

Es en este panorama político desfavorable para el Gobierno de Sánchez a escasos días de las elecciones gallegas cuando Feijóo reedita sus errores en la campaña del 23J y su desorientación de las negociaciones de la su investidura, cuando declaraba, ufano, que tenía respeto por Puigdemont, un hombre que tenía palabra. Se dispara un tiro en el pie con un off the record con quince periodistas en el que relata los encuentros con Junts y sus consideraciones sobre los indultos y la amnistía. Decía que contemplaban entonces un posible indulto a Puigdemont, que pasaba por ponerse primero a disposición de la Justicia para ser juzgado y comprometerse a descartar repetir la vía de la unilateralidad. También, que habían estudiado durante veinticuatro horas la posibilidad de amnistía para descartarla por su inconstitucionalidad. Por ninguna otra cosa suspiraba la maquinaria propagandística del autócrata de la Moncloa, vieron el cielo abierto para intentar una remontada similar a la del 23J, como con la oportunidad que abrían los pactos PP-Vox, la demonización de Vox, el numerito de Guardiola en Extremadura, o la estrafalaria propuesta de pactar con el PSOE la derogación del sanchismo, que les condujera al gobierno de Galicia en comandita con un triunfador BNG. Si ya era imposible un presidente socialista, había que remar para uno del BNG, no en balde forma parte de la sedicente «mayoría progresista» que lidera Sánchez.

¿Cómo se explica esta suicida metedura de pata de Feijóo? Sólo hay una explicación, la inverosímil capacidad de Junts para construir un relato que les favorezca. Habían dicho, cuando las acometidas del PP y la derrota de la amnistía en el Congreso que contarían las negociaciones con el PP. Ya sabíamos que se habían producido, era en ese marco lo del respeto y la consideración a Puigdemont como hombre de palabra, lo que demostraba que Feijóo seguía aturdido y desorientado por los resultados del 23J, como no dejamos de señalar. Sánchez había aprovechado esos momentos de desvarío de Feijóo para, una vez conseguida la investidura, decir de forma solemne que estaba absolutamente convencido de que Feijóo, si hubiera estado en su lugar, también habría aprobado la amnistía. Las declaraciones de Junts provocaron un ataque de pánico a Feijóo y a su equipo que reaccionaron contando sus consideraciones sobre indulto y amnistía. Ni el indulto que contempló Feijóo, ni la amnistía que descartó al cabo de veinticuatro horas, tenían nada que ver con las medidas de Sánchez, pero daban pie para que los ataques demagógicos y mentirosos de Sánchez contra él pudieran colarse bajo la espuma del pánico de Feijóo. La realidad es la que es, Feijóo lo consideró y lo descartó. No consiguió la investidura. Quien la consiguió, aceptando indultos a los que decían que «ho tornarem a fer» y una amnistía para el «terrorismo respetuoso con los derechos humanos», fue Sánchez. Pero todas esas consideraciones no empecen para que se vuelvan a cuestionar las capacidades de Feijóo para construir un liderazgo sólido capaz de derrotar a la conjunción de fuerzas disgregadoras de derecha y ultraizquierda que dirigen a Sánchez y a su partido rendido a los beneficios del poder, hacia el caos, la devastación y la ruina. Feijóo aseguró solemnemente que si no ganaba se iba. Y ahí sigue, extraviándose más.

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