Confesiones inconfesables

El líder del PP parece que intenta alejarse del relato golpista del aznarismo, y lo ha hecho de la manera más gallega posible

Alberto Núñez Feijóo durante un mitin en Galicia.

Alberto Núñez Feijóo durante un mitin en Galicia. / EP

Pilar Rahola

Pilar Rahola

Hay dos hipótesis: o las confesiones de Feijóo son una metedura de pata, o son una maniobra. De natural, la primera hipótesis parece la más plausible. Al final, Feijóo se ha metido en un buen lío del cual el PSOE intenta sacar rédito. Después de haber ayudado a crear un relato demonizador y desestabilizador sobre la amnistía, que necesariamente incluía la imagen de un Puigdemont causante de todos los males, puede resultar muy chocante saber que hubo conversaciones entre los dos partidos, que las vías están moderadamente abiertas y que habría habido ofertas difusas sobre la mesa. Difusas o no tanto, teniendo en cuenta la advertencia del mismo Puigdemont en la carta a los eurodiputados que ha hecho pública, y donde, además de asegurar que, si hubiera investido a Feijóo todo «el espectáculo» se habría acabado, remachaba avisando que, «como en la trama rusa, todo se sabrá».

Pero si el patinazo es una opción, también lo es la maniobra y, personalmente, creo que esta es la hipótesis más probable. ¿Por qué Feijóo confiesa reuniones y/o propuestas con Junts, aunque sean tenues y de poca importancia, en plena campaña de las gallegas? De entrada, porque necesita sacar carga madrileña a las elecciones gallegas, la sociedad de la cual está muy poco interesada en las obsesiones de la amnistía, el terrorismo y los rusos, que excitan a la caverna españolista. Ni el ayusismo ni el aznarismo le dará réditos electorales en un electorado que pierde más el sueño por los pellets que por las cruzadas anticatalanas, y la prueba son los buenos resultados que puede tener el BNG, según las encuestas. Pero, más allá de las gallegas, es evidente que Feijóo quiere sobrevivir políticamente, y por eso necesita dos cosas: una, alejarse de Vox, los votos del cual son tan tóxicos que le restan lo que le suman; y dos, demostrar que su relato va más allá del ultrismo aznarista y del golpe de Estado silente de los salvadores de la patria, y que, en consecuencia, es capaz de tejer alianzas con otros agentes políticos, sobre todo el PNV y Junts. Y para poder enviar este relato, tan alejado del monotema que ha impuesto la pinza Aznar-Abascal, necesitaba demostrar que hay algún canal abierto con Waterloo.

Ilustración: Confesiones inconfesables

Ilustración: Confesiones inconfesables / Leonard Beard

En este sentido han ido las «confesiones» de Feijóo, tan off the record que las han enviado a 16 medios diferentes para garantizar que fueran publicadas. De forma que, nuevamente, no parece que fueran un error involuntario, sino unas declaraciones en toda regla. Y el sentido de estas confesiones ha sido claro: dejar caer que hay relaciones con Junts desde el principio, y ciertamente parece que, aunque sean pequeños hilillos, los teléfonos existen; a la vez, dejar caer que esto del «terrorismo» no se lo creen ni ellos, lo cual habrá caído como una bomba en las cuevas de la FAES; a la vez, distanciarse de la maniobra de Dolors Montserrat y compañía, que han llevado el tema ruso a Europa, probablemente sin el acuerdo de Feijóo, que ha visto cómo, con este gesto, el PP lo alejaba de la centralidad que desesperadamente busca. En todo caso, no es casualidad que Feijóo haya hecho estas declaraciones después de la rotunda carta de Puigdemont, que le iba especialmente dirigida. La respuesta de Feijóo es, en realidad, una muy sinuosa y gallega manera de disculparse.

Pero el tema más importante tiene que ver con la política española (y no con la gallega), cuya situación de la cual puede quedar muy abierta tanto si no se aprueba la amnistía como si se aprueba mal. En este futurible, no es descartable nada, ni la crisis del PSOE con Junts, ni la moción de censura del PP. En todo caso, seguro que Feijóo tiene esta opción en la cartera, y no puede convertirla ni siquiera en hipótesis si rompe todos los canales con Junts.

En resumen, Feijóo parece que intenta alejarse del relato golpista del aznarismo, y lo ha hecho de la manera más gallega posible. Solo hay que ver la indignación de Abascal y el desconcierto de Génova para entender la jugada. Y para alejarse necesita decir lo que ha dicho, sin decirlo: que se planteó la amnistía, que ofreció el indulto, que quiere mantener los canales abiertos y que no se cree lo del terrorismo. Todo en un paquete. Hay que reconocer que como maniobra de empoderamiento no está nada mal.

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