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El guirigay de Vox

Por mucho que la presidenta repita una y otra vez que hay un pacto firmado con Vox que los cinco expulsados, Cardona y los restos de serie de De las Heras y Le Senne están obligados a cumplir, la evidencia muestra lo contrario

El presidente del Parlament, Gabriel Le Senne

El presidente del Parlament, Gabriel Le Senne / B. Ramon

Ramón Aguiló

Ramón Aguiló

Los letrados del Parlament en el informe jurídico presentado el miércoles abortaron la expulsión de Le Senne de la presidencia por un «defecto de forma no subsanable» al no haber habido ni una convocatoria ni un punto de orden del día del grupo parlamentario de Vox contemplando ese asunto. Los cinco impulsores de la expulsión no han contemplado la posibilidad de repetirla hasta haber analizado el informe. Lo que no se entiende es el propio informe de los letrados, posterior al certificado de la dirección nacional de Vox comunicando la expulsión de aquellos. Por mucho que no se les hubiera solicitado, no podían obviar el conocimiento sobrevenido del certificado de expulsión. Al dejar de formar parte de Vox los cinco conspiradores, dejan de pertenecer al grupo parlamentario de Vox, que debería desaparecer al contar sólo con Le Senne y De las Heras. La implosión de Vox en el Parlament dinamita la estabilidad del Govern de Marga Prohens. Por mucho que la presidenta repita una y otra vez que hay un pacto firmado con Vox que los cinco expulsados, Cardona y los restos de serie de De las Heras y Le Senne están obligados a cumplir, la evidencia muestra lo contrario. Si los expulsados ya no pertenecen a Vox, como parece que figura en el certificado aportado por Le Senne de sus órganos centrales, es obvio que ya no pueden sentirse ligados por el pacto de gobierno. Tampoco se les podría catalogar como tránsfugas pues su condición es de expulsados y, por tanto, tampoco se les podría aplicar ninguna norma anti transfuguismo. Su destino es el de integrarse en el grupo mixto donde figuran los dos diputados de Més por Menorca, el de Unidas Podemos, el de Sa Unió de Formentera y el no adscrito Cardona. De las Heras y Le Senne, los únicos diputados de Vox, no podrían formar grupo parlamentario propio y deberían integrarse también en el grupo mixto, desapareciendo el grupo de Vox. Prohens, como le es propio, sigue gesticulando que los dos de Vox y los expulsados están obligados a apoyarla. Se desconoce el mecanismo jurídico o político con el que lo va a conseguir, pues según el Estatuto de Autonomía los diputados no están sometidos a mandato imperativo. Pero lo cierto es que sólo cuenta formalmente con el apoyo de los dos diputados de Vox. Sumándolos a los 25 del PP el resultado es de 27 apoyos asegurados, minoría parlamentaria. A no ser que se materialice «una reconciliación» apuntada por Le Senne que culmine este putiferio: al abortar los letrados la expulsión de Le Senne podría decaer la expulsión de Vox de los conspiradores y así conservar este partido el grupo parlamentario y así asegurar la estabilidad del Govern de Prohens. El infierno de Vox está empedrado de las buenas intenciones de Le Senne. Se habría abortado la crisis al precio de sumirse en el ridículo.

Nadie conoce la estrategia política de los cinco expulsados que pretendían ser los auténticos diputados de Vox. Como nadie conoce las motivaciones que tenían para expulsar a Le Senne y De las Heras a espaldas de la dirección nacional. Es lógico pensar que no existía más motivación que sus intereses. Si pretendiendo ser de Vox actuaban por intereses personales, ¿cómo van a actuar ahora que no están sometidos a disciplina alguna? Prohens podría intentar presentar una moción de confianza para asegurar que cuenta con los apoyos suficientes para gobernar, mayoría simple, de acuerdo con el Estatuto de Autonomía. Posiblemente contaría con los votos de Vox y de los expulsados, pero su gobierno estaría bajo la sospecha de estar sometido en todo momento a los intereses personales de Idoia Ribas y adláteres, que no han dado ninguna muestra de hacer mutis por el foro. Al revés, sus movimientos apuntan a que quieren apalancarse en el Parlament; pero no para defender el programa bajo el que concurrieron a las elecciones, de quienes les han expulsado, sino de otros intereses, desconocidos de los electores. En el supuesto de «la reconciliación» sugerida por le Senne, nada permite asegurar que no van a reproducirse nuevos enfrentamientos en el seno del grupo de Vox. Una vez rota la confianza es muy difícil reconstruirla. Guste o no, la implosión del grupo parlamentario de Vox, ha dinamitado la legislatura. 

Sólo hay un medio para recomponer la estabilidad: convocar elecciones adelantadas a partir de abril. Prohens no lo va a hacer, porque no va a afrontar la posibilidad de perderlas. Preferirá asumir el peligro de pilotar los vaivenes impuestos por los votos de Idoia Ribas y demás conspiradores que en muchos casos no va a poder explicar. Vox, con dos diputados, no está en condiciones de asegurar ninguna estabilidad, por lo que quizá, si no se enreda en la «reconciliación» podría preferir, como ha señalado Fulgencio Coll, las elecciones anticipadas. Sin duda sufriría un castigo por todo el putiferio en su seno que ha provocado este estallido institucional. Pero puede ser el único camino para recomponerse y volver a medio plazo a ser reconocido como partido de gobierno. Pero para ello necesita un liderazgo reconocido no sólo a nivel interno sino especialmente por la opinión pública. Que se olviden de los clásicos movimientos internos de individuos menesterosos de un sueldo público, de políticos profesionales o de intrigas de despachos de abogados, que quieren subirse al carro de la indignación de un sector de la opinión pública. Después de lo sucedido estas semanas hay motivos más que suficientes para desconfiar de personajes sin el aval de una trayectoria impoluta en su profesión o en el ejercicio del servicio público. Y lo cierto es que disponen de una persona que cumple con estos requisitos: Fulgencio Coll, actual vicepresidente de la formación. Le avalan, entre otras cosas, su carrera profesional y sus méritos como jefe del Estado Mayor del Ejército, al modo como lo hacían los estrategos atenienses. Su gesto de renunciar a retribución alguna por el desempeño de su responsabilidad como concejal del Ayuntamiento dice mucho de él. En una entrevista en un periódico, al ser preguntado por sus gustos gastronómicos, afirmaba: «Soy de infantería y soldado. Me dan gravilla con kétchup y me lo como». Se podrá discrepar de algunos de sus pronunciamientos, entre otros, de reclamar de los poderes institucionales la destitución de Sánchez, también Alcibíades y Temístocles se equivocaron, pero alguien capaz de dar esa respuesta siembra seguridades.

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