Autoliquidación de Vox en Balears

Los diputadosde Vox a la salida del Parlament

Los diputadosde Vox a la salida del Parlament / B. Ramon

Editorial

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La guerra sin cuartel abierta en las filas nada prietas de la ultraderecha dispara fuego amigo y retrotrae el tiempo político balear al 28 M, cuando Marga Prohens contaba sus 25 escaños y buscaba aliados para alcanzar la mayoría absoluta. Entonces le sobraron, hoy está por ver. De los ocho diputados de su socio, ya ninguno es plenamente de Vox, por más que todos siguen ocupando los escaños que otorgaron las urnas a la ultraderecha y que todos siguen cobrando la retribución correspondiente. El primero en irse al Grupo Mixto fue Xisco Cardona, quien vio al diablo en la actitud de sus compañeros cuando estuvieron a punto de mandar al infierno el primer presupuesto de la legislatura. Ahora asistimos a la expulsión del grupo parlamentario de Vox del presidente del Parlament, Gabriel Le Senne y de la presidenta del partido, Patricia de las Heras, mediante el golpe urdido por los otros cinco miembros: Idoia Ribas, Sergio Rodríguez, Manuel Cañadas, Agustín Buades y María José Verdú. Los cinco se han atrincherado en el grupo parlamentario de Vox, que ha iniciado a su vez un expediente de expulsión contra ellos, mientras los letrados de la Cámara resuelven si Le Senne tiene que dejar la presidencia por no estar adscrito a ningún grupo, como sostienen los amotinados aferrados al reglamento y reclamándola para ellos. Un auténtico esperpento. La fractura no responde a ningún desencuentro político, rezuma ansia de poder y de control del manejo de la caja. Es un quítate tú para ponerme yo revestido para la ocasión de un malestar añejo, acompañado de filtraciones y miseria política en un partido avispero, poco dado a la transparencia y a la democracia en su organización interna. La crisis ha puesto en la picota a una de sus máximas figuras, Jorge Campos, a quien la presidenta de la formación acusa de lucrarse de fondos públicos mediante una empresa pantalla en un informe remitido a la dirección nacional. O querella por difamación o investigación por corrupción. De no mediar una actuación de oficio de la Fiscalía, cabe la famosa tercera vía: haremos como que no ha pasado nada.

Vox se ha convertido con su actitud en un socio nada fiable para el Govern y en un lastre para la ciudadanía, necesitada de políticos que luchen por una sociedad mejor, no que jueguen a matarse entre ellos a costa del erario público. Contactos a alto nivel de ambas formaciones han posibilitado una tregua en la guerra fratricida. Si se firma la paz, habrá malheridos. Si persiste la fractura, la aritmética de la mayoría le obligaría al PP a apoyarse en los tránsfugas, un escenario indeseable para la democracia y para las ya tensas relaciones Feijóo-Abascal. A corto plazo, los populares buscan salvar la gobernabilidad, a medio y largo, ven en la erosión de Vox la oportunidad de recuperar espacio que fue suyo. Prohens siempre puede apretar el botón nuclear de las elecciones, sólo si no queda más remedio. Nadie pone en riesgo el Consolat cuando está dentro, aunque la gravedad de la situación puede exigirlo.