«Matemáticas socioafectivas»

Las «matemáticas socioafectivas» tienen de «socio» un aprendizaje dual -teoría en el aula, práctica en el entorno- y de «afectividad» evitar el rechazo a esta disciplina y su ansiedad consecuente o al revés

Ilustración: «Matemáticas socioafectivas»

Ilustración: «Matemáticas socioafectivas» / Freepik

Javier Cuervo

Javier Cuervo

Los estudiantes españoles dan mal en la foto de matemáticas del Informe PISA y el gobierno va a «incentivar» (pagar más) a los profes que las enseñen de manera más cercana a la vida. Los que crecimos preguntándonos para qué servían los logaritmos vulgares y quejándonos de no haber usado enseñanza posterior a la regla de tres, no podemos oponernos a eso que el gobierno -para no ahorrar en cursilería pedagógica- ha llamado «enseñanza socioafectiva». Las «matemáticas socioafectivas» tienen de «socio» un aprendizaje dual -teoría en el aula, práctica en el entorno- y de «afectividad» evitar el rechazo a esta disciplina y su ansiedad consecuente o al revés.

Según lo recuerdo nunca rechacé las matemáticas; ellas me rechazaron a mí. Después de un buen dominio de las cuatro reglas (sumar, restar, multiplicar y dividir) y de un inicio brillante en la «matemática moderna» de la teoría de conjuntos, aquello empezó a volverse más inaprensible que incomprensible: durante un segundo veía la luz... pero no podía retenerla. La clave del aprendizaje es «prender» (aprender, comprender, aprehender): lo que no logras agarrar se va como vino.

En las matemáticas cada nuevo conocimiento se apoya en el anterior y se apoyará en el siguiente por lo que, cuanto más avanzaba el curso, mayor era el inaprendizaje, ampliado trabajosamente lección a lección. La tapa marrón del pupitre fue el tapete verde del perdedor para el estudiante que fui. Con los años se popularizó la idea de que no se aprende mal, sino que se enseña mal, no hay mal alumno sino mal profesor. Lo dudo. Mi hermano fue el mejor profesor particular de matemáticas que tuvieron miles de alumnos. Su fracaso conmigo se guardó como un secreto de familia para evitar consecuencias bíblicas. Las matemáticas me enseñaron a aceptar que no sabía resolver los problemas, de cuyos enunciados aprendí que tampoco sabía afrontarlos. Esa enseñanza matemática que mezcla teoría y práctica, es bastante socioafectiva. Igual psicosocioafectiva, para ser más cursis.