Al Azar

El Mallorca gana al campeón

Abdón Prats y el equipo celebran un gol ante la afición.

Abdón Prats y el equipo celebran un gol ante la afición.

Matías Vallés

Matías Vallés

El tres a dos de anoche en el Mallorca-Girona es lo más cerca que han estado los locales de su época gloriosa, sellada con nombres como Cúper o Etoo. El resultado hubiera sido convencional, casi rutinario, en un equipo que ocupaba protocolariamente posiciones de Champions. En su actual y deprimente encarnación, con una victoria cada dos meses, el marcador que debió ser más amplio adquiere la dimensión de una hazaña. Los mallorquinistas no solo ganaron, también creyeron, aunque el espíritu crítico obliga a preguntarse dónde han estado escondidos en los que sobrellevamos de temporada.

Vamos con la relevancia de la victoria en cuestión. El Madrid ganaba el domingo al Almería por el mismo resultado que el Mallorca al Girona. El atraco a mano armada de silbato del Bernabéu es el mayor escándalo del fútbol español, muy por encima de la corrupción barcelonista con Enríquez Negreira. Produce asco escuchar las instrucciones cardenalicias del VAR al árbitro indocumentado, todos los participantes en ese diálogo deberían ser expulsados a perpetuidad de los estadios. El error consiste en determinar que los tramposos operaban a favor del madridismo. Falso. Se trata de defender a los que ganan, se llamen Madrid, Barça o Girona. Porque el líder catalán no es ya el simpático equipo de una capital de provincias, sino otro eslabón de los Emiratos Árabes Unidos donde retoza Juan Carlos I.

Al ganar al provisional campeón a lo campeón, el Mallorca no solo ha demostrado que contiene más fútbol del que presumíamos, o que conviene tomarse muy en serio al desacomplejado Abdón, o que Raíllo piensa después de hablar. Sobre todo, el mallorquinismo ha derrotado con notable solvencia a la confabulación de poderes de LaLiga, de árbitros y locutores sin ninguna conexión con el periodismo. Todo lo que se escuchaba y pitaba ayer en Son Moix estaba orientado al triunfo del señorial Girona, frente a los mallorquines con taparrabos. Fue bonito viajar con el Mallorca de Nadal y Marcos a jugar una final de Copa al Bernabéu, pero todavía produce mayor alegría derrotar al entramado que pervierte impunemente la competición liguera.