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¿Cosas de mujeres?

Elena Fernández-Pello

Elena Fernández-Pello

La biología ha dejado los cuerpos de las mujeres más expuestos al dolor. Los embarazos y los partos son incómodos y dolorosos; el tránsito por la madurez reproductiva está plagado de asuntos fastidiosos, aunque traiga consigo la gratificación de los hijos; y la menopausia, aunque resulte liberadora, puede ser todo un incordio. Cuando los hombres encaran el dolor aquello se vuelve un asunto épico; las mujeres lo afrontan como algo cotidiano y resignadamente. La cultura judeocristiana nos lo impone como un castigo: «Con dolor parirás los hijos». De ahí venimos y hemos interiorizado la creencia de que la vida se paga con dolor.

Este preámbulo viene a cuento de una enfermedad que millones de mujeres sobrellevan impotentes y en silencio. Un dolor recurrente, que llega a ser invalidante y al que los profesionales médicos, hasta hace bien poco, tendían a quitar importancia. Una de sus manifestaciones más comunes son las reglas dolorosas y el problema solía liquidarse con aquello de que esas son cosas de mujeres.

Hablamos de endometriosis, una enfermedad que tiene una prevalencia de un 11% entre las mujeres, superior a la de la diabetes en la población general, y cuyos síntomas abarcan desde los dolores durante la menstruación hasta la afectación de órganos vitales, problemas para mantener relaciones sexuales y para concebir, sangrados intensos y trastornos del aparato digestivo. Ya se sabe, cosas de mujeres. Doy fe, como muchas mujeres podrán hacerlo, del escaso interés que los médicos, incluso los especialistas, ponían hasta hace unos años en atender esos síntomas.

Se estima que dos millones

de españolas padecen endometriosis. Existe una guía del Ministerio de Sanidad para orientar al personal sanitario en el abordaje de la enfermedad, que data de 2013. Poco más.

Francia nos lleva, con mucho, la delantera. De hecho, Francia es pionera en la adopción de políticas sanitarias para afrontar la endometriosis, una enfermedad que repercute en el ámbito laboral y en los cuidados familiares, de los que, en Francia como aquí, siguen ocupándose muy mayoritariamente las mujeres. La endometriosis hace muy difícil la vida de muchas mujeres, que, por si fuera poco tener que aprender a convivir con ella, sienten que no tienen derecho a quejarse, porque, ya se sabe, esas son cosas de mujeres. Así que, incluso cuando el dolor arrecia, siguen cuidando y trabajando.

En Francia la endometriosis está considerada desde hace un par de años como enfermedad de larga duración, lo que administrativamente la equipara a la diabetes, la fribrosis quística, el cáncer o los accidentes cardiovasculares. Las francesas disponen de consultas médicas públicas especializadas en el diagnóstico, el tratamiento y el seguimiento de la enfermedad, que a veces requieren terapias hormonales e incluso cirugías. Existen gabinetes de fisioterapia específicos para ellas, donde les enseñan a manejar los síntomas y reaccionar ante el dolor, a alimentarse y a ejercitarse para mantenerlo bajo control. Se les ofrecen recursos para evitar la infertilidad, como la congelación de óvulos, la ovodonación y otras técnicas de reproducción asistida. Todo cubierto por la sanidad pública. En Francia la endometriosis se afronta como un asunto de salud nacional, con una estrategia que lidera la Presidencia de la República. «No es un problema de las mujeres, es un problema de la sociedad», ha declarado el presidente Macron. En España, aunque algo se ha avanzado, sigue siendo cosa de mujeres.

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