Hibris y Némesis en la noche vieja

La interacción con familiares políticos, las discusiones con cuñados…, amigos y conocidos, las discrepancias políticas, hacen perder la paciencia y a veces la educación

Se ha acabado este largo periodo de fiestas, Constitución, Inmaculada, Navidad y Año Nuevo, lo cual para muchos, su terminación es un alivio, para otros una preocupación al comprobar el resultado de sus excesos. Me contaba una persona conocida que una parienta suya le decía al hablar de encuentros de amigos, reuniones familiares y almuerzos que se avecinaban, que le gustaría tomar una pastilla y despertarse después de «reyes». Comprendo a esta parienta y creo que muchas personas se apuntarían a esta píldora. El resultado de estos persistentes encuentros en muchos casos no termina siendo el esperado, es más, la interacción con familiares políticos, las discusiones con cuñados…, amigos y conocidos, las discrepancias políticas, hacen perder la paciencia y a veces la educación. Una actitud estoica no basta. La relación de pareja se deteriora, acaban aflorando problemas incluso entre gentes amables y por supuesto pueden llegar a ser eventos calamitosos entre personas de insuficiente nivel de corrección. La fobia social puede aflorar cuando menos uno lo espera, convivir durante un tiempo y en un espacio determinado, el diálogo y el entendimiento no es fácil. Siendo realista nunca se debería esperar en que resulten unas reuniones perfectas. Es aconsejable practicar, antes de los presentidos encuentros, actividades relajantes, meditación, ejercicios de respiración, mejorar la habilidad social, esto puede ayudar a tener la fiesta en paz, que potencialmente, no lo olvidemos, podría acabar en desastre. Una unidad familiar, un grupo de amigos, al encontrarse acaba siendo una reunión compleja, de personas, de mentes y de afectos. Y por si todo lo anterior no fuese de por si complicado, llega la noche de fin de año en la que se instituye la obligatoriedad de ser feliz, ¡hay que ser feliz! Imperativo angustiante que puede provocar irritación, como si la felicidad o un momento de felicidad pudiera lograrse de forma voluntaria y en fecha predeterminada. En la noche vieja hay que trasgredir limites, hay que dejarse llevar y acabar en el exceso tal como propugna, en la mitología griega, Hibris, la diosa de la falta de moderación, insolencia, imprudencia, del desenfreno. El contrapunto de Hibris la encontramos en Némesis que desde su santuario en Ática corrige la arrogancia, los excesos y recomienda recuperar el equilibrio

El origen de las fiestas de la noche vieja se encuentra en la Roma Imperial. Julio Cesar en el año 426 a de C., instituyo un calendario, su calendario, y creo el año de 365 días, fue el llamando calendario juliano. Entonces se rendía culto, el 31 de diciembre y comienzo del mes de enero, al dios JANUS, deidad bifronte, una de las más importantes en Roma, protectora del Estado y a la que el mes de enero le debe su nombre – januarius-. Se le atribuían dos caras, una miraba hacia adelante y la otra hacia atrás, una despedía el año y la otra daba la bienvenida al año nuevo. Eran fiestas saturnales en las que se daban por acabados los días oscuros y se entraba en el nacimiento de una nueva luz, el sol se situaba en el solsticio de invierno, en el signo de capricornio. El calendario juliano y las fiestas saturnales se celebraron hasta el año 1.582 de nuestra era año en que el Papa Gregorio XIII, modifico el calendario juliano, corrigió algunos errores relacionados con los años bisiestos y aprovechó la oportunidad para agregar a las fechas de las fiestas paganas, efemérides religiosas cristianas. Durante ese periodo la Iglesia prohibía usar prendas interiores de color rojo, pero esa prohibición era una incitación a ponérselas, pues con independencia de las sugerencias sexuales, amor o pasión, se cree que este color de ropa atrae la buena suerte durante todo el año.

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