Trribuna

La conversión del edificio de Gesa en un museo contemporáneo

Panorámica del edificio de Gesa, en Palma

Panorámica del edificio de Gesa, en Palma / B. Ramon

José Mª Lafuente Balle

José Mª Lafuente Balle

Convengamos: Palma debe dar una solución permanente al Edificio Gesa. La degradación de esta construcción emblemática de la fachada marítima desmerece la entrada a la ciudad de Palma.

El Tribunal Superior de Justicia de Balears zanjó el debate anterior y declaró que el edificio proyectado por el arquitecto José Ferragut era merecedor de declararse BIC (bien de interés cultural). Y este mismo Tribunal falló la titularidad propietaria de Endesa.

La conclusión consiguiente es que, cualquiera que sea el destino que se le dé para poner fin a su devastación, el Ayuntamiento deberá satisfacer a Endesa una contraprestación económica a cambio de su adquisición.

La pregunta que genera el debate es ¿qué destino darle una vez que esté adquirido y restaurado? La controversia persigue a este edificio desde su inauguración en 1977.

Parece ser que la polémica se centra en la conveniencia de convertirlo en un centro de arte contemporáneo. Observo que los partidos soberanistas y de la izquierda radical se oponen al proyecto. Sus argumentos parten de la descalificación del modelo de Málaga como un «parque temático» atestado de museos (Picasso, Carmen Thyssen, Pompidou, Arte Ruso, C.A.C.), con programaciones expositivas menores y franquiciadas provenientes de otros centros. Su mayor objeción sería que los museos favorecerían la sobresaturación turística.

Puedo comprender alguno de esos argumentos. Ahora bien, por mucho interés que yo haya prestado a los programas de esos partidos, jamás he entendido cuál es su concreto proyecto cultural para Palma. Creo que no soy el único que se declara incapaz de descifrar en qué intervenciones específicas se concretan los lugares comunes que desgranan: participación, diálogo, identidad, dignificación…

Uno de los valores más firmes de la Transición democrática fue la Cultura y la promoción de las Artes. Tanto el PSOE como el PCE las reivindicaron como uno de los estandartes de su propuesta política. Los carteles electorales de José Ramón Sánchez eran cómics de personas paseando en ciudades repletas de teatros y museos. ¿Qué explica semejante cambio político? ¿Por qué la izquierda ha renunciado a ser vanguardia de la Cultura y el Arte?

Coincido en la necesidad de planificar los centros culturales en la urbanización de cualquier ciudad y evitar una proliferación desproporcionada. Pero si el objetivo es cambiar el modelo turístico para evitar el monopolio de «sol y playa» en Palma, la oferta cultural habrá de ser un elemento esencial. Los teatros, las bibliotecas, las cinematecas, los centros expositivos, los clubes musicales no son intrusos «neoliberales», muy al contrario, son ateneos de formación que generan redes de interrelación y convivencia entre los ciudadanos, también con los visitantes. La Cultura y el Arte curan el aldeanismo y favorecen la tolerancia con el desigual amén de los más profundos valores democráticos.

Palma está muy lejos de incurrir en una saturación de centros culturales. Lejísimos. Es tan escasa la oferta cultural que no hay ningún riesgo de daño ecoambiental. Ningún museo está pensado solo para los visitantes. ¿O es que acaso al museo Picasso o al C.A.C. no van los malagueños? ¿O al Prado y al Thyssen, los madrileños? ¿O al MACBA y al Tápies los catalanes? Por supuesto que los mallorquines acudiremos a Gesa si las exposiciones son de calidad. Los diferentes alcaldes de Palma han rivalizado por convertirla en la ciudad más oscura y aburrida de todo el Mediterráneo. Apenas hay teatros (Principal y los pequeñitos Sanç y del Mar, además del del multifuncional Auditorium); no más de dos bibliotecas públicas importantes (Cort y Can Sales); la apertura de clubes musicales está sujeta a unas ordenanzas que de facto los prohíben; y hasta ahora la Lonja era un mausoleo vacío y olvidado.

No profundizaré en la estupidez esa de que los centros culturales peninsulares exhiben muestras de arte franquiciadas. Por supuesto. Quien quiera ver una exposición de Miró, de Picasso, de Vermeer, o de Rothko sabe que es itinerante. Al igual que las óperas o las compañías de teatro. Otra cosa es que haya políticos que satanicen el arte, la ópera o el teatro como virus foráneos contaminantes.

Aspiro a que la conversión del edificio Gesa en un centro de arte contemporáneo sea un proyecto de ciudad, auspiciado no solo por el Partido Popular, sino también por el PSOE y todos los demás grupos políticos. No puede dársele un mejor destino. Proyéctense y consénsuense todas las precauciones que alarman a algunos concejales. Pero claro está que el Ayuntamiento habrá de dotarlo de un presupuesto económico suficiente para no reincidir en las miserias con que se viene dotando al Baluard. Me ha llenado de esperanza leer el acuerdo unánime de convertir los locales de la Plaza Mayor a un uso sociocultural. Es el camino.