TRIBUNA

No fumando espero

J. Teresa de Ruz Massanet

J. Teresa de Ruz Massanet

Sería un desatino que fuera con el título original del hit de nuestra Saritísima, exponer esto con lo que se les va a enredar ahora y en este trocito de espacio. Primero porque no fumo y segundo porque hablar de las listas de espera de nuestro Sistema Nacional de Salud desde esos hábitos sería políticamente incorrecto y desacertado. La actitud de muchas y muchos podría ser la de una espera densa y calmada, como la que describe la Montiel a través de la letra de su canción mientras llega su amante, pero el caso es que extrapolado a las listas de espera, si se demora la ansiada prueba o visita al especialista, puede ser una experiencia tan tensa como la de un elástico a los pies de un funambulista.

Esa espera que se ha endurecido y ya no es calmada, para una resonancia magnética o una ecografía que te eleve al siguiente nivel, la visita al especialista, puede ser de varios meses. Mientras se aguarda un diagnóstico definitivo para un tratamiento o intervención final, la solución temporal a la que se ven abocados los sanitarios de Atención Primaria es recurrir a los antiinflamatorios, calmantes o relajantes de distinta índole y protectores de estómago. Medicación cuyo coste asume en gran medida el Estado a través de la receta médica oficial del Sistema Nacional de Salud. Todo esto me lleva a pensar de manera rápida que las listas de espera tienen que ver, entre otros motivos, con el gasto público en farmacia para las mencionadas recetas. O quizás sea al revés.

Seguro que hay estudios que puedan explicar la interrelación de ambos fenómenos, pero lo cierto y simple es que con la cantidad de dinero que se gasta el Estado en los fármacos de muchas personas que parchean sus dolencias, como por ejemplo una tendinitis, con ciertos medicamentos, me pregunto si se podría financiar parte de la compra de ecógrafos o contratar a más personal para realizar las pruebas. Este interrogante suena a intervención en un programa costumbrista de debate popular tipo «Hable usted». Me siento cómo esa ciudadana a la que le estampan un micrófono delante y dice lo primero que le da la gana, pero de hecho, es que no hay mucho más que añadir. Al fin y al cabo, es una conversación frecuente allá donde vayas y con el grupo distinto de personas con el que te reúnas. Todos vemos al menos un ápice de irracionalidad en todo esto. A mi juicio, si te atienden antes y se llega al diagnóstico definitivo a través de la prueba, el tratamiento sería mucho más específico y rápido, por tanto disminuirían tanto el gasto público como el consumo de fármacos y sus «añadidos»: los efectos secundarios.

Lo más incomprensible de todo es que hay otras pruebas que solicitadas al mismo tiempo que el resto, se realizan en sólo días o semanas, como por ejemplo, una radiografía, que después suele quedar «archivada» en el historial en espera de adjuntar todas las pruebas solicitadas. Parece un sinsentido.

Mientras tanto, esperamos, la mayoría sin fumar. Sin embargo, al contrario que la canción, sí consumimos nuestras vidas, suspendidas en un estado de purgatorio del Sistema Nacional de Salud, que parece procrastinara su deber con nosotros, atiborrados a pastillas financiadas por el mismo sistema, y mientras, albergamos la esperanza de que algún día nos toque el ansiado turno, tengamos nuestras pruebas y mejore nuestra salud.