La hoguera

Itziar Castro y la gordofobia

Itziar Castro

Itziar Castro / EP

Juan Soto Ivars

Juan Soto Ivars

Esta semana murió a los 46 años Itziar Castro. Nadaba en una piscina cuando le falló el corazón. Castro era actriz y además estaba muy gorda, como Florinda Chico, pero ahora estas cosas se politizan. No tardaron ni diez segundos los del tuitadiado en atribuir su infarto a la gordura y entonar el gustoso «ya os lo dije» que sustituye en las redes al respeto de los velatorios. Un minuto después teníamos a Ángela Rodríguez Pam con el cuento de la «gordofobia», estábamos ‘todes’.

Antes de abandonar su cargo de secretaria de Estado, Pam lamentó que en el Congreso no se vea más gente gorda, porque eso hace feo a su concepto de la representación de la diversidad. También Castro había denunciado la gordofobia, pero lo cierto es que la obesidad da miedo: en Estados Unidos, país donde muere más gente al año por sobrepeso que por disparos de pistola, a la celebración de la obesidad como grado superlativo de lo bello y lo diverso se le llama «body positive».

En fin. No sé si Itziar Castro hubiera muerto tan pronto de estar más delgada, pero sí que millones de hombres y mujeres mueren prematuramente por las enfermedades asociadas a esa condición impensable en otra sociedad que no sea la consumista. Despersonalizando la cuestión y dejando a Castro descansar en paz, me deja estupefacto que haya quien convierte este rasgo de compulsión, tan asociado a la angustia y la pobreza, en un adorno idóneo para las campañas de la moralidad.

La gordura guarda tanta relación con lo moral o lo bello como el tabaquismo con la elegancia o el buen olor. Tragar chope de pie ante la nevera en mitad de la noche y esperar muchos ‘likes’ en tu selfi son síntomas de la misma compulsión. Percepciones distorsionadas por nuestra sed de validación. Podemos fingir que hay enfermedades que representan, en realidad, dones, pero estaremos falseando. A ver si el problema, más que el sobrepeso del cuerpo, va a ser entonces la morbidez de la vanidad.

La antítesis de las modelos anoréxicas que cabalgaron los 90 sale también hoy en las portadas de ‘Cosmopolitan’, lo que demuestra que la moda cambia pero lo enfermizo sigue siendo el combustible de esa industria. Aceptar la existencia de los gordos y denostar a quien se mofa de ellos por su aspecto parece razonable. Pero, si la celebración es lo primero que se nos ocurre al contemplar a una persona con grave sobrepeso, quizás es porque nos queda ya muy poca cosa digna de celebrar.

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