‘Lawfare’, ‘Help’, ‘Gamble’, la investidura en inglés

La accidentada digestión de la amnistía se ha enriquecido con una serie de anglicismos que Yolanda Díaz remató renegando del «fordismo» ante el Congreso

Matías Vallés

Matías Vallés

La moción de censura callejera no ha impedido la investidura parlamentaria de Pedro Sánchez, en los trámites y fechas previstos. La congestión ciudadana liberó de presión al Congreso, un remanso frente a las turbulencias anunciadas. En el vocabulario, la accidentada digestión de la amnistía se ha enriquecido con una sarta de anglicismos. Con lawfare en una posición destacada, también han hallado un hueco el retorcido gamble o el elemental help. De remate, Yolanda Díaz renegó en su intervención parlamentaria del «fordismo», ausente también del Diccionario.

Giorgia Meloni concibió una ley de defensa del italiano, con multas de hasta cien mil euros para quienes utilicen palabras extranjeras, fundamentalmente anglicismos. Hubiera recaudado una fortuna en España, donde lawfare se ha convertido en el insulto favorito. La burda adaptación de warfare o entorno bélico podría traducirse como la guerra a través de la ley. En España y gracias a la persistencia de Podemos, se ha popularizado para definir los ataques sufridos por dicho partido desde instancias judiciales muy concretas, y curiosamente reincidentes.

Lawfare es un término en acelerada evolución, y la reacción de la aristocracia jurídica a su sola mención obliga a traducirla por «activismo judicial». Es una doctrina que los magistrados progresistas pregonaban durante el franquismo, y que los conservadores ejecutan sin disimulo porque se sienten protegidos por su fe. Mientras se perfecciona, lawfare es por ejemplo protestar contra una ley que no ha sido presentada, y que por lo tanto acertaría si denunciara el lawfare (evitar la pronunciación en ‘loufear’). Y cuando el PP acusa al PSOE de tener embridado al Constitucional, también practica este pecado que se presenta ominoso y no es para tanto. Salvo si se envuelve del idioma inglés.

En medio del fuego granizado contra su ley de amnistía, el líder socialista ha encontrado solaz en los editoriales inesperados del Financial Times y el Guardian. Animados ambos rotativos por el pragmatismo inglés, recurren al mismo término para definir el envite afrontado por el Gobierno. El diario financiero definía «Una apuesta (gamble) que vale la pena». Su colega de inclinación progresista concluía que «Pedro Sánchez acierta al arriesgar (gamble) de nuevo». La determinación de ambos medios contrasta con las cautelas interpuestas en España al pacto con Puigdemont, a quien el Guardian compara con el retorno de David Cameron en una pirueta surrealista.

El verbo y el sustantivo gamble datan del siglo XVIII, a traducir por «una apuesta con resultado incierto». De alto riesgo, más allá de un mero deseo o predicción. Al temerario Sánchez le agradará saber que viene emparentado en su afición al peligro con el presidente estadounidense Harry Truman, autor de la frase «hemos llevado a cabo la mayor apuesta (gamble) de alto riesgo de la Historia, con un coste de dos mil millones de dólares», tras el estallido de la bomba atómica. La cifra actualizada se aproxima al coste de la investidura.

Con su larga carrera de eurodiputado a cuestas, Esteban González Pons no puede sustraerse a las sospechas de paternidad del sorprendente eslogan #HelpSpain. Compareció bajo esta enseña con Feijóo, en un extraño manifiesto de indefensión de un país con capacidad pulmonar para premiarlos a ambos con tanta generosidad, sobre todo en lo económico. Dada la insistencia del Madrid-Barça de 2023 en repetir los esquemas del Barça-Madrid de 2017, la llamada de ayuda del inglés para principiantes se asemeja al Free Catalonia del independentismo. En ambas leyendas, produce cierta estupefacción la facilidad de los nacionalistas para apearse de las denominaciones sagradas de sus respectivos países. Es decir, el PP se suma entusiasta a «internacionalizar el conflicto», la cantinela de Puigdemont en 2017. La estética usada es una mala copia de los carteles de Joan Miró durante la guerra civil, Aidez’l’Espagne. Qué tiempos, en que el francés era la lingua franca.

La investidura de Sánchez aparcó el programa de Gobierno, porque debatía la cuestión primordial de la subsistencia del Ejecutivo ahora constituido. Los discursos literarios fueron postergados, para exhibir un catálogo extraído de Google de las contradicciones del rival. Yolanda Díaz fue la excepción, y resaltó que la juventud actual no se resigna al «fordismo». Esta palabra importada no cuenta con la aprobación de la Academia, que sí acepta el vecino «taylorismo». La vicepresidenta criticaba con algunas décadas de retraso la doctrina de las cadenas de montaje que Chaplin satirizó mejor que nadie en Tiempos Modernos. Sin embargo, los fordistas se refugian en una frase de Henry Ford, «fabrico coches que mis trabajadores puedan comprar», para otorgar a la doctrina un barniz en las antípodas del discurso de la líder de Sumar.

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