Tierra de nadie
Loterías negativas
Algunas baterías de los patinetes eléctricos estallan, pero no sabemos cuándo. Hace poco ocurrió en un vagón del metro de Madrid que hubo que desalojar a toda prisa. También las de los móviles explotan bajo circunstancias difíciles de determinar. El teléfono representa una doble amenaza, pues a la posibilidad de la deflagración se añade la de una llamada incómoda o terrible. Tampoco sabemos cuándo se producen este tipo de llamadas. Lo mismo suena el aparato a las doce de la noche que a las cinco de la tarde. Por eso recomiendan no dormir con el bicho cerca: por la explosión, claro, y por la noticia incómoda o terrible. Si puedes retrasar el conocimiento de la catástrofe cinco o seis horas, eso que ganas. ¿Pero y si telefonea mamá pidiendo auxilio?, te preguntas. ¿Y si es un hijo que ha tenido un accidente de moto? ¿Y si es el mismísimo Dios, que te ha elegido para darte un mensaje importantísimo para la humanidad? Al final, duermes con el teléfono al lado de la oreja, por si acaso, expuesto a sus perniciosas radiaciones o a que la batería se inflame y las llamas prendan en las sábanas. No hay tranquilidad para la gente honrada de este mundo.
La mayoría de los individuos llevan el celular en el bolsillo del pantalón. Pero en ese bolsillo solo se debería llevar una estampita de la Virgen de los Desamparados o, en su defecto, un boleto de la Primitiva. Los boletos de la Primitiva no estallan, aunque se calienten mucho. Lo más que puede ocurrir es que te toquen y cuando te tocan no te vuelan la pierna. De hecho, ni te enteras. Ahora mismo, en este vagón de metro, puede llevar alguien, sin saberlo, un boleto premiado. Ni él ni quienes nos apretujamos a su alrededor detectamos el olor de la riqueza.
En eso es en lo que voy pensando.
Entonces me acuerdo de que la semana pasada compré un décimo de lotería. Se me había olvidado porque no tengo ninguna fe en salir agraciado. Abro el móvil, pues, entro en la página web correspondiente y compruebo el número. Nada, ni el reintegro. En cambio, recibo en ese mismo instante una llamada que me amarga el día. Tocan más las loterías negativas que las otras. En fin.
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