desde el siglo XX

PSOE y Letizia Ortiz, sostenes de la Corona y del futuro de Leonor

Un partido republicano y una periodista que nunca fue monárquica apuntalan a quien, si no se tuercen las cosas, será reina de las Españas

La princesa Leonor jura la Constitución ante la presidenta del Congreso, Francina Armengol.

La princesa Leonor jura la Constitución ante la presidenta del Congreso, Francina Armengol. / EFE

José Jaume

José Jaume

Con el profundo desprecio de la derecha monárquica, en especial la madrileña, recia, cerrada, rijosa, se constata que Letizia Ortiz Rocasolano, mujer de Felipe de Borbón y Grecia, por ello reina consorte de quien al ser Rey ostenta la jefatura del Estado, según establece la Constitución de 1978, es quien más y mejor ha bregado y brega para salvar a su marido de la maldición de su familia; los Borbones casi nunca han logrado culminar en paz sus reinados: han sido depuestos, obligados a abdicar de mala manera, enviados al exilio o, en el caso del bisabuelo de Leonor, Juan, tercero para los nostálgicos de tiempos pretéritos, puteado y puenteado con sadismo por un general ganador de la Guerra Civil de 1936-1939, que estableció hasta su muerte la peor y más cruel dictadura que ha pasado por España en sus dos últimos siglos. La de los Borbones es la historia de una saga lamentable, que ha producido auténticos desastres: ladrones, traidores, casquivanos, vividores y casi ningún estadista. Siempre han vuelto, que es lo que lamentaba el general Prim, allá por las postreras décadas del siglo XIX, cuando pasaportó a Isabel II. «Los Borbones siempre vuelven», sentenció con acierto antes de ser asesinado parece que por orden de Antonio María de Orleans, cuñado de la depuesta. Llegó, en 1975, Juan Carlos I y junto a él, tres años después, la actual Constitución. Se fue de mala manera destrozando su reputación y casi, para no peder la costumbre, la Corona. Su hijo, Felipe VI, tuvo el enorme acierto de casarse con la periodista Letizia Ortiz, más bien republicana, nada católica, aunque ha tragado lo que tenía que tragar con sus hijas: primeras comuniones, confirmaciones y antes, claro, matrimonio oficiado por el ultra cardenal Antonio María Rouco Varela, que no se inmutó por el hecho de que estuviera divorciada (no se había desposado por la Iglesia, no se administró el sacramento del matrimonio) y parece que un aborto, para la Iglesia católica pecado mortal. Mujer extraña, chirriante, para los usos monárquicos.

Pues resulta que ha sido Letizia quien, sustrayendo a sus hijas de la toxicidad de los Borbones, haciendo ver a su marido que sus círculos eran puro veneno para la continuidad vital de la Monarquía, ha insuflado oxígeno a la Corona, la ha higienizado y proyectado a su hija (lo de los tres años en las academias militares no deja de ser condescendencia con el periclitado pasado) hacia el día en que le corresponda asumir la Corona. No es poca cosa lo obtenido por Letizia Ortiz, que no ha dispuesto ni dispondrá del reconocimiento de la derecha monárquica, que la detesta hasta la náusea.

Por supuesto, desde 1978, la Monarquía parlamentaria ha contado con fundamental sostén, sin el que no tendría, hoy como ayer, la posibilidad de sobrevivir. Es el PSOE quien siempre, en todo momento, incluso cuando con Juan Carlos la avería fue monumental, el que ha garantizado la pervivencia monárquica en España. Un partido de nítida herencia republicana, que se ha reconocido en lo que legó de bueno, que no fue poco, la Segunda República, es el valedor de la Monarquía, que, nuevamente, se encarna en la familia Borbón, la que, como profetizó el general Prim, militar honrado, decente y civilizado, atributos incompatibles con otro general, el africanista Francisco Franco, que sí tuvo el de asesino, siempre vuelve. Felipe VI puede contar con el PSOE de Pedro Sánchez. Exactamente igual como Juan Carlos I dispuso del PSOE de Felipe González, Rodríguez Zapatero y Alfredo Pérez Rubalcaba, que, para soslayar final semejante al del 14 de abril de 1931, le forzó a abdicar.

Es astracanada histórica que sean los socialistas y una reina consorte de lo más peculiar (decirlo así es halago para la persona de Letizia) quienes vengan permanentemente a rescatar a los Borbones de sí mismos, lo que, visto lo visto, es ardua tarea, y de las pulsiones republicanas, que nunca desaparecen en las Españas, tan mal gestionadas, que nacionalistas, independentistas y las raspas de Podemos han decidido estar ayer ausentes de la jura de Leonor, a la que la derecha madrileña jalea tan innoble como con escasa inteligencia.

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