V.P.S.

Juan José Company Orell

Juan José Company Orell

Los cinemaníacos prestamos mucha atención, al leer la cartelera, a esa pequeña indicación que, a pie de reseña, dice «V.O.S.», que viene a significar y nos asegura poder disfrutar de una interpretación actoral completa, integral se dice ahora, puesto que, y creo que no puede ser negado, esa interpretación comprende, debe comprender, tanto la imagen como la expresión vocal y entonación propia, incluso modo peculiar de verbalizar del intérprete; la alternativa, si el interprete habla raro, es conformarse o complicarse con dos actuaciones en una, la actoral de quien aparece en la pantalla y la no menos actoral pero distinta del doblador, y que conste que en España existen extraordinarios profesionales del doblaje.

No crean ustedes que ha bailado por accidente una letra en el enunciado de estas líneas; todo lo contrario, la necesidad del cambiazo de la o, de original, a la letra p, se debe a que en éste caso debe leerse por V.P.S., Versión Parlamentaria Subtitulada que es, por lo que se ve, lo que se lleva en lo que ha venido en denominar la Sede de la Soberanía Nacional, organismo que deberá mutar su nombre comercial por el más acorde con su actual realidad de Sede de Soberanías Nacionales Varias, y que además requerirá el que sea necesario poner otros dos leones y así serían los adecuados cuatro, para que cada uno de ellos puede representar a cada una de las, por ahora, cuatro lenguas de trabajo del Congreso de los Diputados/Diputauen Kongresua/Congrés dels Diputats/Congreso dos Deputados; dudo que quepan las necesarias agregaciones nominativas en el frontispicio del edificio de la Carrera de San Jerónimo, que no varió su nombre ni tan siquiera en épocas más ásperas de nuestra reciente historia, pero lo que tiene que ser, tiene que ser.

Pero basta de agoreros comentarios, no todo son desgracias en el asunto de los conocidos popularmente por pinganillos cortesanos, esto es el más que innecesario sistema que se ha adoptado en aquel concreto organismo de nuestras Cortes Generales para que los muy bien pagados diputados no se hagan entender en sus intervenciones; el caletre de algunos aporta también ventajas; la primera de ellas es que vuelve a elevar a España por encima de otras naciones y la acerca a la supranacionalidad de gran potencia, me explico: nuestra asamblea parlamentaria tendrá a partir de ahora, y provisionalmente, cuatro lenguas de trabajo, y digo provisionalmente porque es muy factible que deban añadirse otras tan dignas de defensa como las demás; para empezar, la de los diputados levantinos, puesto que en su Estatuto de Autonomía se denomina a su lengua, también cooficial en su Comunidad, como valenciano y que de momento no ha tenido igual tratamiento que las recientemente oficializadas tres, sin olvidar el bable para el que se busca igualmente la cualidad de oficialidad en su zona de parla, la fabla aragonesa y si me apuran hasta el silbo gomero, que además está considerado por la Unesco Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, y todo ello cuando la ONU tiene seis, solo seis lenguas de trabajo para 193 Estados, árabe, chino, español (¡qué vergüenza!) francés, inglés y ruso; esto es, tan solo, dos más que nosotros; ¡vamos a por ellos que les pillamos, a por la remontada, para chulería la nuestra!

Y no es un solo éxito, hay más, además, y no sin ayuda de nuestra Francina, nos han solucionado, desde allí a los de aquí, un problema más que complicado, puesto que ahora a los que pretendan y deseen ser ciudadanos de les Illes, ya no les será necesario acreditar ningún nivel de conocimiento y dominio del catalán para poder cubrir una ocupación o empleo administrativos, desde especialista en oncología para la medicina pública a la de bombero, agente forestal o empleado público de limpieza, pues les bastará tan solo acudir a la tecnología del pinganillo madrileño, que como bien dice el Congresista rufián, no, Rufián que es apellido, su coste es tan solo una nimiedad en el presupuesto público y claro si nuestros representantes congresistas pueden solucionar sus requerimientos y privilegios lingüísticos, de escasa necesidad para sus propios votantes que son al fin y al cabo ciudadanos de la gleba, con coste al erario público que menos que sea ese mismo medio el utilizado para el que precisa tener un trabajo para el sustento propio y de los suyos, o ¿es que merecen menos?

Claro que, por lo visto, el doblaje parlamentario solo cubre la estancia en el hemiciclo así que los parlamentarios de lenguas hasta ahora menospreciadas, cuyos derechos lingüísticos habrían sido mancillados, es de suponer que irán por los pasillos del congreso, salones y demás estancias de aquella casona con un cartel electrónico colgado al cuello, como los que se ven en los autobuses describiendo las próximas paradas, que en su caso deberán ir traduciendo sus declaraciones fuera de este patio de vecindad en que pretenden algunos convertir al Congreso; ¿o es que piensan en su calidad de representantes de sus pueblos siempre esclavizados lingüísticamente rebajarse a hablar en el idioma común y opresor del ocupante?

Suscríbete para seguir leyendo