Borja desubicado

Carles Francino

Carles Francino

Hablé por primera vez con Borja Sémper cuando ETA todavía pegaba duro. Yo estaba en TV3 y emitíamos un informativo especial desde Euskadi y allí le pude saludar. Aún no habían matado a Miguel Ángel Blanco; a Gregorio Ordóñez, sí. Desde luego, militar en el PP vasco en los años 90 no era ninguna bicoca.

En ese tiempo se juntaron nombres como Antonio Basagoiti, Arantza Quiroga, Iñaki Oyarzábal, Javier Maroto, el propio Borja Sémper... Gente joven que proyectaba una imagen de resistencia y convicciones. Con el tiempo descubrimos que Borja Sémper tenía, además, una vena poética nada relamida, de la que brotaban versos de amor que podrían aplicarse perfectamente a las querellas internas de los partidos: «No supimos bien / ni cómo querernos / ni cómo dejarnos, / y ahora no sabemos cómo olvidarnos. / Somos una sucesión implacable / de incompetencia/ y ensañamiento».

Siempre me ha parecido un tipo afable y respetuoso, una rara avis en tiempos de sectarismo extremo. Por eso me duele -y me resulta incomprensible- su ya famoso «hacer el canelo» aplicado al uso del catalán, el euskera o el gallego en el Parlamento español. No sé si calibró la carga de desprecio y de ignorancia que tiene esa expresión; y encima al día siguiente va y cabrea a los de su propio partido -de los ultras de Vox ya ni hablamos- largando en el Congreso un par de frases en euskera, la misma lengua que sus hijos hablan en casa.

Es posible que la nube tóxica que sobrevuela permanentemente el Madrid de la Corte le haya contaminado el cerebro. Porque tampoco entendí cómo no se rebeló con más vigor contra la infame gracieta del «que te vote Txapote»; y su puesta de largo de verano azul en la campaña electoral con los pantalones arremangados en una playa fake me generó más vergüenza ajena que disgusto. En fin, algunos amigos están convencidos de que todo esto ha desmontado la impostura de su supuesta moderación, pero yo prefiero seguir pensando que es un pulpo en un garaje. Borja desubicado. No le pienso borrar de la lista de políticos -personas- que creo que merecen la pena. El tiempo dirá si he hecho el canelo.

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