PENSAMIENTOS

El mundo contra Edmundo

Felipe Armendáriz

Felipe Armendáriz

El mundo ha despreciado a Edmundo Bal Francés, el último mohicano de Ciudadanos, ese partido que pudo ganar el partido, pero ha acabado partido.

El artículo podría haberse titulado, en otro infantil juego de palabras, «Edmundo contra el mundo». Más la trayectoria de este correoso personaje no ha sido esa. Muy al contrario, ha acabado extenuado tratando, inútilmente, de cambiar la manera de hacer país en España.

Su afán, su meta, su brújula, siempre ha sido mejorar la sociedad. De familia de funcionarios, ha hecho honor al servicio público, que en múltiples ocasiones es una fácil excusa para vivir cómodamente. En su caso ha sido una verdad como un templo.

Entrevisté a este jurista en octubre de 2019, cuando aún la realidad no había estropeado su ilusión.

Acababa de entrar en política. Venía de la Abogacía del Estado, un cuerpo de élite que suele ser trampolín para puestos destacados en la empresa privada o las instituciones públicas. Fue fichado por Albert Rivera (entonces líder de la fuerza centrista y hoy algo parecido a un playboy). Dio el salto por haber sido purgado por el Gobierno de Pedro Sánchez. Era el jefe de la sección de penal y en la causa del ‘procés’ siguió una línea dura contra los secesionistas. No interesaba. Fue fulminado.

Me cayó bien. Siempre he admirado a los juristas de prestigio. Son cabezas bien amuebladas, educados y sabios. Dominan la retórica, la oratoria y saben manejar la paleta de los cien mil matices de colores del Derecho.

Nuestro hombre llegó al Congreso con la idea de mejorar la factura de las leyes. Hasta entonces las había aplicado e interpretado. Tocaba hacer de legislador. Pensaba que su experiencia en los tribunales le iba a dar un plus a la hora de legislar: cocinero antes que fraile.

Pronto chocó con la injusta cotidianidad. El enemigo no estaba solo en las otras fuerzas, las puñaladas y traiciones reinaban en su propio partido. Los tiempos actuales no son para virguerías en las Cortes. Se legisla a trote caballo. En ocasiones se mete la pata hasta el corvejón, como con la ‘ley del solo sí es sí’.

El portavoz adjunto de Cs en el Congreso, pese a todo, se ganó el sueldo. Siempre intentó marcar las diferencias con PSOE y PP. Quiso difundir el mensaje de que hay alternativas al bipartidismo en descomposición: algo indefinido llamado centro. No lo consiguió.

Albert Rivera malogró el invento cuando se negó a compartir gobierno con el socialista Pedro Sánchez, tras las primeras elecciones generales de 2019. Empezó entonces una larga decadencia hasta la casi total extinción de los centristas.

Bal ha permanecido al pie del cañón hasta el pasado 17 de agosto. Ese día dejó de ser diputado al constituirse las nuevas Cortes. No pudo recibir el último bofetón de sus exvotantes porque no hubo listas naranjas el 23 de julio.

Ha pedido el reingreso en la Abogacía del Estado, que recupera un elemento muy válido. Volverá a los juzgados y tribunales. Estará más tranquilo.

Más todo no está escrito con este apasionado hombre, de físico propio de un cuadro del Greco. Patricia Guasp, la mallorquina que sustituyó a Inés Arrimadas al frente de Ciudadanos, acaba de abandonar la cosa pública. Habrá primarias y el desengañado jurista podría volver a la cancha.

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