Mallorca: ¿reposicionar la temporada alta?

Bernat Jofre i Bonet

Bernat Jofre i Bonet

Cuentan los que dicen ser expertos en turismo - algunos de ellos, a sueldo de organismos oficiales, por otro lado - que esta temporada las cifras de visitantes a España pueden batir récords. Que el año 2023 puede ser tildado de «espectacular»: cada vez estamos más cerca de Francia, el líder mundial en lo que al sector se refiere. Aseguran que los ingresos estrictamente por visitante y pernoctación llevan camino de ser históricos: 129,00 euros por habitación y noche de promedio este mes de julio, según el Instituto Nacional de Estadística. Récord absoluto, superando el añorado 2019. Por categorías, destacan los 300,00 euros de promedio en los activos de cinco estrellas.

Pero los economistas adscritos a las cadenas hoteleras , sin negar tales bondades, sí las matizan, preguntándose si el éxito actual no pueden ser los cimientos de una futura crisis. Que nadie se extrañe de esta visión pesimista. Pero como norma general, sus honorarios dependen de sus aciertos en una visión macro, a medio y largo plazo. Más global y geoestratégica que otra cosa. No centrada en una óptica micro y cortoplacista. Es la gran diferencia.

Por ello ven nubarrones. Que, oscuros y amenazantes, se acercan. Mucho más deprisa de lo esperado y deseado. Esas amenazas se centran en dos grandes frentes. Por un lado, económicos: recesión en Reino Unido y Alemania, lento crecimiento chino que puede afectar la producción fabril de toda Europa y EE UU. La bajada de tipos de interés puede ser más suave de lo anunciado: el dinero muy difícilmente llegue a ser tan barato como hace un año. Por otro lado, ambientales: el turista podría empezar a cambiar sus hábitos vacacionales por el exceso de temperaturas. A nadie le gusta pagar un cada vez más caro hotel si no se puede disfrutar mínimamente del destino. Máxime si durante unas horas, su atmósfera es irrespirable por temperatura y masificación del lugar.

No es una lacra exclusivamente balear: uno de mis mejores amigos ha ido una semana a Santorini. La perla de las Cícladas, en el mar Egeo. «Nunca más», me explicaba. La opción de la playa era dudosa, pues la arena quemaba. Las excursiones ya se programaban a primera hora del día o a última. Poco placer por el precio pagado, en pocas palabras.

No es extraño que el fenómeno de las «staycation» - vacaciones en casa - esté tomando cada vez más fuerza en los mercados emisores. Deberíamos plantearnos cuándo vamos a tener la llamada «temporada alta»: quizás abril-junio y septiembre-noviembre empiecen a ser candidatos a serlo. Ello también sería consecuencia de un absoluto cambio de paradigma social y laboral: las vacaciones escolares y empresariales mudadas, sin ir más lejos. El cambio climático podría comportar otro hecho: que un hotelero mallorquín invierta en un establecimiento de la costa atlántica inglesa sin que sea visto como una boutade. Sino como un posicionamiento estratégico de mercado. Muchas gracias.

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