El poder no da el derecho

Juan José Company Orell

Juan José Company Orell

Para nuestra fortuna existe un buen número de personas que van por ahí haciéndonos la vida algo más agradable y no crean que son necesarias grandes alharacas para ello; una sonrisa cruzada con otro viandante al observar ambos los correteos de uno de esos pequeños locos escapando a la vigilancia de sus padres o ante las zalamerías de un can para con su amo; el buenos días del desconocido; el por favor y el gracias manejados adecuadamente; el que te cede el paso aún cuando tenga el más derecho, o quien en la fila del supermercado, al ver que llevas unos pocos productos, te indica que pases tu primero por caja y así no esperar a que esa persona pase por el lector sus treinta y cuatro productos comprados; en fin, y los demás casos que a Ustedes mismos les han sucedido y que les colocan en el rostro un gesto de reconciliación con todos los demás.

Pero claro, cual ying y yang, aún cuando quizá no sea la mejor comparación ya que lo que voy a comentar se parece más a la interpretación del mal de Nietzche que a otra cosa, existen formas humanas que van en la dirección contraria y que son todos aquellos que, o así me parece, se levantan por la mañana barruntando cómo se las pueden ingeniar para fastidiarles en alguna medida sus jornadas a esos mismos demás; cuando esas personas además de su mala jindama poseen también algo de poder, la mezcla es terrorífica, letal, pues tiene la capacidad de amargar a un mayor número de sus conciudadanos, con escasas o inexistentes ventajas para el conjunto de ellos.

Si me permiten les voy a proponer un trabajo de campo afecto a lo anterior: Todo el mundo es conocedor de que eso de los aeropuertos, léase AENA, es de todo menos un negocio decrépito, creo que el año pasado sus beneficios, pasada la parálisis de la pandemia, se contaban por millones de euros y nuestro muy activo aeropuerto no es de los que menos aportan a esa cuenta de resultados, de hecho los tres aeropuertos baleares aportaron en el 2022 alrededor de un 20% del total de los beneficios del ente. Dicho lo anterior, si se acercan a recoger a algún familiar o visitante al aeropuerto de Son Sant Joan, podrán apreciar que en la entrada múltiple que da acceso tanto a los estacionamientos de Aena, por supuesto de pago, como a la zona de recogida de pasajeros por parte de particulares, con quince minutejos de estancia gratuita, algún caprichoso con poder ha colocado una línea de separadores, de esos de color rojo y blanco que estrechan sumamente la antes amplia entrada de vehículos; y Ustedes se preguntarán, como lo hago yo, ¿cuál es el propósito del caletre ‘estrechante’?, no es el de dar paso a bicicletas o peatones pues la zona no está habilitada para ello, ni parece que sea un carril de emergencia pues está cerrado su paso tanto al principio como al final del mismo, es simple y llanamente un espacio tontamente derrochado; y ahí es nada su labor investigativa para el ejercicio propuesto, intenten Ustedes averiguar cuál es la causa, el motivo, la razón de la colocación del artilugio y sobre todo razonen Ustedes a quién beneficia, si tal sucede, si a la ciudadanía o a algún personajillo con charreteras de ordeno y mando.

Yo tengo mi propia teoría que obviamente son Ustedes muy libres de considerarla errada y hasta peregrina, que es la siguiente: como el espacio de recogida de pasajeros es limitado y en algunos días de la semana y sobre todo en verano es incapaz de acoger a todo el mundo los ‘esperantes’ solían estacionar sus automóviles, en modosa fila, en la derecha de esa otrora más que amplia entrada al aeropuerto, sin que ello molestara a NINGÚN otro usuario de aquella infraestructura, y al tiempo evitaban aglomeraciones en el lugar mismo de recogidas de pasajeros, a la espera de la llamada del recogido, pues parece que eso ha agraviado a algún carguillo del empobrecido ente aeroportuario, si me permiten el sarcasmo, y no se le ha ocurrido que nada mejor, para aumentar el beneficio de su Señor y el perjuicio de los paganos, que obligar a esos recogedores de familiares o amigos, a que estacionen pero no sin pasar por taquilla, impidiéndoles la espera inane pero no productiva para el negocio; sencillo y eficaz.

Pero, claro, siempre hay que esperar lo inesperado, ahora los ‘esperantes’ siguen haciendo lo mismo, estacionar de igual forma y esperar, lo que conlleva no solo provocar el mismo mal que se podría haber querido evitar, esto es la molestia a los demás circulantes, sino aumentarla puesto que se ha reducido la calzada en su ancho y todo con la sola intención de sacarle al usuario del aeropuerto unos eurillos para la faltriquera aeroportuaria y es que ya nos advertía Dante Alighieri que la avaricia es de una naturaleza tan malvada y perversa, que jamás sacia su voraz apetito, y después de comer tiene más hambre que antes.

Por supuesto que puedo andar errado en mi apreciación pero apostaría café con leche y ensaimada a que esa y no otra es la causa del mal causado. Si en su trabajo de investigación descubren algún otro motivo que me devuelva la fe en la bondad de la medida no duden en hacérmelo saber, pero dudo que tengan éxito; como diría mi admirado Miguel Ángel Aguilar, veremos.

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