Tierra de nadie

Colonización

Juan José Millás

Juan José Millás

Los extraterrestres, como el monstruo del lago Ness, van y vienen. No sabemos de qué dependen sus apariciones y desapariciones. Quizá del estado de ánimo de Occidente. O del PIB de los EE UU. O del precio de los alquileres en Europa. Cuando algo llega a los telediarios es porque ya han entrado en las cabezas. En uno de esos telediarios, después de hablar de los extraterrestres, sacaron hace unos días al rey emérito, que navegaba muy coherentemente en un barco llamado Bribón. Nos hemos acostumbrado a estas ironías y ni nos hacen gracia ya, ni siquiera nos detenemos a pensar en el significado profundo de que a Juan Carlos no le dé pudor poner el pie ahí, a la vista de todos. Lo normal es que cuando se nombra la cuerda en casa del ahorcado se produzca un silencio incómodo, pero tú dices Bribón delante del exrey y el emérito suelta una carcajada. Está en su salsa, en fin.

Los telediarios, decíamos, están normalizando a los extraterrestres con la ayuda del Pentágono y del ministerio de Defensa español, entre otros. Viene a ser como si la prensa del corazón empezara a ocupar las primeras páginas de la prensa económica seria (si eso existe). Los extraterrestres son a las democracias lo que los deportes a las dictaduras: desvían la atención de los asuntos que nos angustian. La subida del euríbor (y su repercusión en las hipotecas) es una tontería al lado de la existencia “comprobada” de restos biológicos no humanos.

El hecho, además, de que los documentos relacionados con el asunto estén clasificados permite todas las especulaciones, todas las fantasías, todos los supuestos. El más inquietante (y sin embargo el más ameno) es que ya estén entre nosotros porque hayan ocupado los cuerpos de nuestros parientes o de nuestros subsecretarios. Había una película que trataba de esto. Ocurría en una localidad de EE UU en la que nadie era quien aparentaba ser, aunque lo fingían tan bien que no había forma de distinguir al farmacéutico invadido por los extraterrestres del auténtico. Observa uno el desfile de nuestros personajes públicos por la pantalla de la tele y se pregunta, dada su forma de hablarnos, si sus mentes no habrán sido colonizadas ya por seres venidos de otros mundos.

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