La suerte de besar

El lado bueno de las cosas

Hay quien cree que las personas con una actitud tranquila y moderadamente optimista ante la vida son poco interesantes o perspicaces. No soy una de ellas.

Mercè Marrero Fuster

Mercè Marrero Fuster

Si hay algún psicólogo en la sala, quizás pueda decirme por qué un accidente en la autopista ocasiona un hondo interés en el resto de conductores. Un interés tan hondo como larga es la cola que provocan los curiosos con sus frenazos. La única razón que se me ocurre es el ansia por ver sangre. Un instinto morboso que dice poco de nosotros.

La relación epistolar entre el candidato popular a presidir este país, Alberto Núñez Feijóo, y su homólogo socialista, Pedro Sánchez, ha suscitado tan poco interés entre la opinión pública, entre otras cosas, por su simulada formalidad e inusual educación. Después de ver la vergüenza del cara a cara en La Sexta, nadie cree que estos dos seres logren ponerse de acuerdo desde la elegancia y el savoir faire, sino a golpe de interrupción y comentario faltón. Nos habríamos regodeado más en las misivas si se hubiesen insultado un poco. O eso pienso. El lado malo de las cosas vende más que el bueno. Un hecho que tampoco dice mucho de nosotros.

Todos conocemos a alguien que disfruta contando, sin venir a cuento, que Pepito está pasando por una crisis existencial y que Jaimito tiene una enfermedad rarísima y sin diagnóstico. Huyo despavorida ante la frase «¿A qué no sabes qué le ha pasado a Zutanito?». Porque siempre es algo malo. Y de miserias, sinceramente, vamos todos bien servidos. Puestos a compartir anécdotas ajenas, agradezco que se comuniquen ascensos laborales, amoríos, reencuentros, buenos resultados de análisis, mamografías y pruebas varias con la misma pasión e ímpetu con la que me cuentan lo malo. El 98% de las personas a quien dije que me iban a hacer una amniocentesis durante los embarazos me advirtió de los peligros sinfín que la prueba entraña. Que era imprescindible mantenerse inmóvil como una momia durante 24 horas si no quería sufrir un aborto espontáneo, que el feto padecía o que a Menganita le dieron unos resultados horrendos. Todo menos infundir confianza. Se supone que mantener una actitud moderadamente optimista es poco, digamos, ¿interesante? Buf.

El grupo de Neuroingeniería Biomédica de la Universidad Miguel Hernández, en Elche, presentó un estudio sobre el tiempo que invertimos mirando El jardín de las delicias, de El Bosco. El tablero, que está en el Museo del Prado, se divide en tres partes: el paraíso, el mundo terrenal y el infierno, que están ilustradas con diferentes imágenes de animales reales e imaginarios, personas desnudas o grandes frutas y plantas. El equipo de investigación concluyó que los visitantes invierten algo más de 33 segundos en observar los detalles de la zona del infierno, 26 segundos le dedican a la zona terrenal y sólo 16 segundos para admirar a Adán y a Eva. Conclusión: sentimos mayor atracción hacia lo oscuro y empleamos más energía en observar (y escuchar) lo negativo que lo positivo.

Dejando el mundo artístico aparte, hay que reconocer que es poco amable y menos saludable para nuestra psique ser portavoces o meros receptores de malas noticias. Aportan poco y merman mucho. Si puedo elegir, voto por el lado bueno de las cosas. Por muy naif que eso sea. Señores Sánchez y Feijóo, no nos den el verano y hagan el favor de ser educados y cordiales. Aunque esas actitudes apenas vendan, sin duda, nos hacen mejores.

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