Desde el siglo XX

Vox es la antimateria para el PP, lo desintegra

Feijóo sabe, desde que el domingo se cerraron las urnas y se contabilizaron los votos, que el anhelo de residir en La Moncloa se ha volatilizado

Alberto Núñez Feijóo

Alberto Núñez Feijóo / JOSÉ LUIS ROCA

José Jaume

José Jaume

La Física establece, sin debate, que la materia, placenta de los mortales, y la antimateria, en la que tal vez resida algún oscuro arcano, no pueden interactuar, pues si se topan, se desintegran. En la azarosa política española actual Vox es antimateria para el PP: lo aniquila cuando se relaciona con él. Después del 28 de mayo, donde fue factible, o sea en las instituciones en las que alcanzaban mayoría absoluta, se han fusionado; cuando no llegan, la física política hace valer sus inexorables leyes dejando al partido de Alberto Núñez Feijóo emasculado, sin acceso a la gobernación; en el caso que nos ocupa, de las Españas. El PNV, partido serio donde los haya, casi de tan largo recorrido como el PSOE, le ha espetado a Feijóo lo que éste finge ignorar ante los suyos y sus votantes: si Vox entra en la ecuación, con el PNV no. No hay forma pues de que el presidente del PP lo sea también del Gobierno de España con el Congreso de los Diputados surgido de las elecciones del domingo. Es demagógica retórica, la de los partidos fascistas, que Vox afirme que con el PNV Feijóo no tendrá el respaldo de sus diputados porque ellos son patriotas que no compadrean con los que quieren romper España. Palabras. Solo palabras. Vox estaría a disposición del PP si el PNV hiciera lo propio. Sucede que los nacionalistas vascos, con elecciones en 2024 y Bildu lanzada (los «bilduetarras», espantajo de las derechas, resulta que saben hacer política), tienen vedado el acercamiento a la derecha conservadora, que siguen creyendo, el convoluto mediático-empresarial madrileño se lo endilga, que las Españas son esencialmente Madrid. Va servida: Cataluña y Vasconia han dado fenomenal repaso a quienes execran su compleja realidad, llámesela plurinacional o lo que se quiera, pero enrevesada, asunto en el que el PSOE se desenvuelve con acreditada soltura.

Feijóo era ayer alma en pena cuando compareció ante los suyos afirmando que constituye su obligación intentar la investidura. Dijo que había hablado con el PNV. Se guardó de informar que el portazo recibido sigue resonando. La antimateria de Vox ha empezado a hacer el trabajo que las leyes de la física política le han asignado. Descartada la opción PP-Vox-PNV-UPN-Coalición Canaria, que devendría en mucho más frankenstein que la que pretende ensayar el PSOE, adentrémonos en la extraña singularidad que adquiere el proyecto de que Junts, el partido de los trabucaires de Puigdemont, el español de Waterloo, requerido por el magistrado Pablo Llarena para ser juzgado por la bufonada del referéndum (golpe de Estado para las soliviantadas derechas), al que se quiere disciplinar en la cárcel, costumbre ancestral del aguerrido nacionalismo hispano cuando se pone a prueba, aunque sea como farsa, la inmutable unidad de la nación española, se transmute en pieza esencial de la gobernabilidad. Asunto diabólico es, sentenciemos remedando a don Francisco de Quevedo, pero ineludible si de evitar nuevas elecciones hacia finales de año se trata. ¿Se avendrán los irredentos neocarlistas catalanes a la componenda? Será muy interesante asistir a los movimientos que se irán dando a lo largo de agosto: para empezar cómo quedará la mesa del Congreso de los Diputados, la elección de su presidente (a), vicepresidentes (as) y secretarios (as), proporcionará pistas sobre posibles desenlaces.

El portazo del PNV a Feijóo desbroza ramas del sendero. Junts ayuna de la seriedad del nacionalismo vasco. El independentismo catalán deambula desde 2016 perdido en su laberinto. Puigdemont es imprevisible; no es idiota: sabe que una repetición de elecciones suele deparar chascos, en algunos casos muy poco agradables. Ha hecho de Junts partido residual en Cataluña en cuanto a poder institucional. Ni tan siquiera es asistente de los socialistas en la poderosa Diputación de Barcelona. En ese partido hay gentes que en el siglo XIX fueron carlistas de rompe y rasga. También herederos de quienes vieron con alivio el triunfo de los golpistas del general Franco en 1939. Están los hipócritas pactistas de Pujol. Amalgama con la que el fenómeno insumergible que es Pedro Sáncheztendrá que bregar.

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