Ayuso, la mujer de rojo en el balcón del perdedor
Es el nº 13 de la calle Génova, de Madrid, y no solo por la cifra sino porque es la sede del PP, en ese edificio puede ocurrir de todo. Ha ocurrido de todo. En la noche electoral sucedió lo que algunos tenían planeado, aunque trataron de disimularlo con el gesto de hombros encogidos, sonrisa falseta y una mueca de cejas y morros, como diciendo «a mí no me mire, jefe, que yo no sé nada de esto».
Y sabía, ¡vaya si sabía! Con todo el mundo vestido de blanco ganador, con todo el mundo babeando por el ganador, Alberto Núñez Feijóo, ella, Isabel Díaz Ayuso, se presentó en el balcón de los perdedores totalmente vestida de rojo a esperar su momento.
Y, sí, en pleno discurso de ganador-perdedor de Feijóo, el pueblo, a sus pies, bueno, en la calle, empezó a corear el nombre de «¡Ayuso! ¡Ayuso! ¡Ayuso!» y ella, no solo se encogió de hombros y se partía de risa, sino que, de pronto, escuchó cómo Feijóo, que no supo cómo salir de esa encerrona, la llamaba presidenta. «Gracias, presidenta, gracias».
La pareja ganadora
Era evidente que no fue una noche redonda para el PP. Fue una noche de fracaso (disfrazado) de Feijóo. En cuanto la gente supo que Ayuso le había prestado a Feijóo a Miguel Ángel Rodríguez, su asesor personal, su segundo apellido, el fontanero que la ha elevado a las nubes ‘peperas’ (y subiendo), para que le asesorase en campaña y antes del único debate que ganó, se empezó a sospechar, a intuir, ¿a temer?, que la pareja que gobierna en la Comunidad de Madrid tuviese un as guardado en la manga.
Es muy posible que Rodríguez le recomendase a Feijóo que no fuese al segundo debate. Error (como se ha demostrado). Es perfectamente sospechable que le dijese que estaba ganado, ‘chupao’. Otra sobradez. Es seguro, dicen, que la propia Díaz Ayuso le transmitió, durante las negociaciones en autonomías y ayuntamientos, que los españoles ya habían normalizado, como cuenta Andreu Claret, la necesidad de pactos con la extrema derecha. No solo es posible todo eso, sino que los gritos de «¡Ayuso! ¡Ayuso! ¡Ayuso!» y ese vestido rojo, rojo, para destacar entre tanto blanco (ella sabía que todos iban a ir de blanco), lo demuestran.
Fue otro gran montaje del gurú Rodríguez, que, posiblemente, ya tiene diseñados los próximos meses de su jefa, camino, tal vez, quién sabe de convertir a Ayuso en la cara del próximo cartel electoral del PP, si Pedro Sánchez no logra formar gobierno. Esa mueca en el balcón, ese «a mí no me mire, jefe, que yo no sé nada de esto», es muy de la presidenta madrileña, muy, muy, de Rodríguez.
Es muy probable que el propio Feijóo, que llegó a decir que si no se convertía en presidente de Gobierno igual daba un paso al lado, se diese cuenta anoche, donde su cara fue un reflejo del fracaso y su discurso una manera de disfrazarlo (los datos se lo permitían; la apuesta, no), que el tándem Ayuso-Rodríguez le habían tendido una trampa ‘porsiaca’, que dicen los niños malos.
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