Vencer sin euforia, perder con éxtasis

Feijóo ganó pero perdió ante las expectativas, y Sánchez intentará un salto mortal para gobernar

Gemma Robles

Gemma Robles

La noche electoral del 23J se recordará durante mucho tiempo. Sorprendente donde las haya en fondo y forma. El PP ganó las elecciones, pero naufragó en las altas expectativas creadas al no sumar mayoría siquiera con Vox. Victoria popular con mérito -indudable resulta que Núñez Feijóo ha devuelto a su partido al pódium que un Rajoy censurado perdió y un Casado desnortado jamás recuperó- que sabe a hiel. Que se quedó corta. El PSOE de Pedro Sánchez, por su parte, perdió los comicios, pero supo nadar entre el fuerte oleaje en el que se auguró que se ahogaría el sanchismo y su futuro. Y llegó a una orilla que, por ahora, le garantiza oxígeno vital; un probable bloqueo político que impida una investidura exitosa de Feijóo (aún tomará más fuerza el «no es no») y hasta la compleja posibilidad de retener el poder a costa de estrechar los lazos con el independentismo.

 Así están las cosas en una España que roza la ingobernabilidad. Y vienen curvas en estos días previos al mes de agosto, avisados quedan todos. El aspirante que ha obtenido más votos y escaños, Núñez Feijóo, ya ha adelantado su intención de iniciar una ronda de negociaciones para gobernar, pese a que sus posibilidades son prácticamente nulas. «Me corresponde intentarlo», dijo el candidato popular, que se aferra en estos momentos con más fuerza que nunca a su discurso de que se debe permitir, sin bloqueos, gobernar a quien más votos haya cosechado en las generales. O sea, a él. Pero sabe bien que el modelo electoral de este país obliga a quien quiera ser investido a tener, en primera ronda, al menos 176 votos, y, si va a una segunda vuelta, más síes que noes, algo que es inimaginable para un PP al que el PSOE de Sánchez jamás le dará una abstención y la gran mayoría de grupos de la Cámara no ofrecerá tampoco apoyo si eso significa, y lo significa por aritmética, sumar con Vox. 

Aún así, es esperable que tras reunir a su organización en la Junta Directiva, Feijóo coja el teléfono y marque el número de los socialistas (sus barones autonómicos están en la lista, a fin de buscar división interna), como poco para agitar el relato de que él es el vencedor y debe demostrarlo a todos los efectos y sin pausas. Otra cosa es el resultado de sus intentonas, tanto con los dirigentes del PSOE como con los portavoces de otros grupos parlamentarios que en la noche del domingo, en conversaciones privadas con los periodistas, ya avanzaban que el PP va a saber cuál es el precio «nacional» de haberse entregado a la extrema derecha en varias autonomías.

A eso hay que añadir que un resistente Sánchez, que ganó emocionalmente este 23J pese a haber perdido en las urnas, no reconoció siquiera la victoria del candidato popular en su comparecencia ante sus simpatizantes y medios de comunicación. Es más: llegó a decir que el «bloque» de la derecha, en referencia a PP y Vox, había sido derrotado por todos aquellos que no estaban dispuestos a entregar a España a un retroceso, y que había sentido el aval para intentar seguir avanzando en la senda del progreso. O sea, que va a ir a por todas y a intentar gobernar y quedarse en La Moncloa. Si las enrevesadas negociaciones que tiene por delante le llevan a la Presidencia de nuevo o a otras elecciones, ya se verá.