El modelo italiano de Vox

Silvio Berlusconi

Silvio Berlusconi / Reuters

Antonio Papell

Antonio Papell

La llegada de Meloni a la jefatura del Gobierno de Italia en octubre de 2022 al frente de los Hermanos de Italia (Fratelli d’Italia, FdI), que encabeza desde 2014, rompió un tabú al ingresar la extrema derecha en el gobierno de una de las grandes potencias de la UE, Francia, Alemania e Italia. El partido de Meloni se presentó integrado en el partido de Berlusconi en las elecciones generales del 2013 y obtuvo el 2% de los votos; posteriormente, FdI fue creciendo poco a poco hasta lograr el 4,4% en el seno de una coalición de centro-derecha en 2018. En las generales de octubre de 2022, fue el partido más votado de la coalición conservadora, por lo que Meloni se convirtió en primera ministra. La Comisión Europea mostró su recelo por ello. Era la primera vez que un neofascista presidía el consejo de ministros italiano desde 1945.

En julio de 2022, Meloni, que ya acariciaba la posibilidad de alcanzar el Palazio Chigi, realizó unas declaraciones que dieron la vuelta al mundo en las que dijo a la prensa extranjera que el fascismo italiano es historia. Manifestó que compartía las experiencias y los valores del Partido Conservador del Reino Unido, el Likud de Israel y el Partido Republicano de los Estados Unidos. Pese a ello, los antifascistas italianos se mostraron escépticos ante sus afirmaciones y citaron sus agresivos discursos sobre la inmigración y los derechos LGBT. Meloni​ apuesta por ‘menos Europa’ y por frenar la inmigración a través de un bloqueo naval. Promete una política fiscal favorable a las rentas altas con la introducción de un impuesto sobre la renta no progresivo y rechazando un impuesto sobre el patrimonio. La han apoyado en Italia muchos empresarios y economistas liberales.

Socia explícita de Vox, Meloni acudió a Marbella el 12 de junio de 2022, antes de las pasadas elecciones andaluzas del 19 de junio, a apoyar la candidatura de Macarena Olona en un mitin en el que pronunció un discurso incendiario. Comenzó demonizando «una globalización sin reglas y el triunfo de la economía financiera por encima de la real» y denunciando el «alto precio que estamos pagando por haber permitido en los últimos años la deslocalización de nuestras empresas, la prolongación de las cadenas de valor y el desplazamiento de la riqueza de nuestras naciones». Asimismo, arremetió contra «la ideología ecológica», manifestando que «la idea de una transición completa a la electricidad sin tener el control de las materias primas necesarias solo nos hará depender de China aún más de lo que dependemos de Rusia».

Sobre la ideología de género, Meloni manifestó que el motivo de esta «no es la lucha contra la discriminación ni la superación de las diferencias entre hombres y mujeres», sino que «el verdadero objetivo no declarado pero trágicamente evidente es la desaparición de la mujer, y sobre todo, el fin de la maternidad». Al mismo tiempo, abogó por «no callarse ante la inseguridad de nuestros barrios y la creciente violencia étnica en nuestra sociedad»; citó como ejemplo que en Italia unos «jóvenes norteafricanos destrozaron una ciudad turística y en el tren rodearon y abusaron sexualmente de 6 niñas». En este punto, enlazó con el tema de la inmigración: «la izquierda defiende a la mujer hasta que se encuentra con un criminal extranjero», momento en el que este «vale más que la mujer». Además, Meloni criticó la defensa de «los inmigrantes ilegales como los que han saltado a Ceuta y Melilla como refugiados».

El discurso en cuestión incluyó los conocidos alegatos a «la familia natural», a «la identidad sexual», a «la cultura de la vida», a «la universalidad de la Cruz», a «las fronteras seguras», «al trabajo de nuestros ciudadanos», a «la soberanía de los pueblos y a nuestra civilización» frente al «lobby LGTBI», «la ideología de género», «el abismo de la muerte», «la violencia islamista», «la inmigración masiva», «las grandes finanzas internacionales» o «los burócratas de Bruselas».

En definitiva, la ideología de Meloni es el fascismo, aunque por prudencia o por supervivencia dulcifique su discurso y su imagen para evitar la reacción inflamada que, por fortuna, generan los totalitarismos todavía.

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