La inflación del ojo por ojo

Menos mal que las metáforas acuden en auxilio de quienes intentan explicar los engranajes del actual proceso inflacionista

Rosa María Sánchez

Rosa María Sánchez

E l mayor proceso de inflación desarrollado durante los últimos cuarenta años ha puesto a rodar un buen puñado de metáforas con las que intentar hacer más comprensibles sus engranajes.

Cuando la presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, habla de la tit-for-tat inflation acude a una expresión que bien podría ser traducida como la inflación del ojo por ojo. Con ella, Lagarde advierte del riesgo de que las empresas y los trabajadores entren en una «espiral negativa» (otra metáfora) en la que cada una de ambas partes intente compensar a costa de la otra la pérdida de ingresos reales que provoca el encarecimiento generalizado de bienes y servicios.

Vinculado a este fenómeno, también se está acuñando la expresión inglesa greedflation (inflación avariciosa), que alude a la actitud de algunas empresas o algunos sectores de aprovechar el río revuelto de la subida de precios, no solamente para compensar el encarecimiento de sus costes, sino también para agrandar sus márgenes de beneficios. La propia Lagarde ha pedido recientemente a las autoridades de competencia de los Estados miembros de la zona euro que analicen qué hay detrás de las subidas de los beneficios de los sectores empresariales que más aumentaron sus resultados durante el pasado 2022, entre los que ha citado la agricultura, la construcción, la restauración y el transporte.

Con la metáfora de la expresión sticky inflation (inflación pegajosa), se hace referencia a la resistencia a bajar que muestran los precios de determinados bienes o servicios y la imagen del «cohete y la pluma» sirve para visualizar fenómenos como el que afecta a los precios de los carburantes, que suben con rapidez cuando el barril de petróleo se dispara, pero que tardan en bajar incluso cuando este se desploma. Últimamente, la imagen favorita de Lagarde parece ser la del viaje (journey) y, en particular, la del viaje en avión. Ello le sirve a la presidenta del Banco Central Europeo para justificar el rápido ascenso de los tipos de interés en los primeros momentos (el despegue del avión), antes de llegar a la «altitud de crucero», donde «planear» durante un tiempo (léase: con los tipos estables en un nivel elevado) antes de «aterrizar» en el destino esperado. Cuando se aproxime ese momento, seguro que se abrirá paso otra metáfora, la del aterrizaje suave, pero «todavía tenemos terreno que cubrir».

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