El socavón de las Avenidas

Miguel Vicens

Miguel Vicens

El socavón de las Avenidas es la imagen más potente que deja esta semana en la ciudad el paso de la borrasca Juliette. Un hundimiento que seguramente no fue más profundo porque un lienzo de la muralla que cerraba el foso exterior del antiguo Bastió de Santa Margalida, cuyos restos llevaban enterrados 111 años, acudió al rescate, actuó de pared maestra, se mantuvo intacto mientras el asfalto se venía abajo y evitó un desastre mayor. Incluso con tantos años de diferencia, los gobiernos se benefician de las acciones de quienes les precedieron.

El socavón de las Avenidas ha abierto también, por esa misma razón, una puerta a la historia de la ciudad. Ha supuesto un flashback hasta el plan Calvet de 1902, el derribo de las antiguas murallas y el inicio de la construcción de la Palma moderna. Y de nuevo ha surgido el debate de si Palma debería de haber conservado más tramos de aquella fortificación y, sobre todo, sus puertas históricas, como ha hecho Valencia. Se reproduce la controversia que ya surgió en 2003, tras el derribo de Can Segura, el edificio de Gaspar Bennàssar que fue sede de Aceites Balle, donde se hallaron restos del Bastiò de Santa Margalida en las obras del nuevo inmueble. Y la constructora, tras el control arqueológico del Consell de Mallorca, fue finamente compensada con más alturas por integrar los restos en el interior del nuevo edificio. Cuando se construyó la muralla renacentista en el siglo XVI, el Bastió de Santa Margalida integró la puerta del mismo nombre por la que entró en Palma Jaume I, el primer rey de Mallorca, en 1229. Así que el socavón del Avenidas no es cualquier cosa. Va directo al origen.

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