AL AZAR

Biden, en defensa de «los tontos»

Matías Vallés

Matías Vallés

Olviden a Obama y a Zelenski, el discurso del siglo lo pronunció en la madrugada del miércoles un octogenario vacilante y tembloroso. Joe Biden, nada menos, dejó boquiabiertos en el Congreso a los Republicanos y sobre todo a los Demócratas con el antídoto perfecto a la ultraderecha, un antiVox que en su caso es antiTrump. La primera regla para contrarrestar a los populistas consiste en reconocer y reparar los errores propios. Biden empezó por admitir el retroceso estadounidense en microchips y en infraestructuras, donde «éramos el número uno del mundo y hemos bajado al trece». A continuación llamó a Big Pharma por su nombre, acusando a las farmacéuticas de fraude al inflar «a centenares de euros la insulina que les cuesta diez, para multiplicar sus beneficios».

Entonces llegó el diluvio, porque Biden arrasó con su tono elemental contras las energéticas «que han ganado 200 mil millones en medio de una crisis global, es asqueroso». Generalizó a continuación que «las mayores compañías tuvieron cuarenta mil millones de dólares en beneficios y pagaron cero en impuestos federales». Les atacó frontalmente, porque «soy capitalista, pero pagad lo que os toca». El presidente americano ha aprendido que no se puede neutralizar a la ultraderecha manteniendo los privilegios que la alimentan. ¿Qué líder europeo se atreve a consignar que «el sistema fiscal es injusto»?

Biden deslumbró especialmente cuando se dirigió al ciudadano de a pie, al consignar que «un billonario no debería pagar menos impuestos que un profesor o un bombero». Investido de James Stewart en Caballero sin espada, describió a su país como una bendición para los corruptos, donde los gigantes abusan de sus clientes. Denunció las «comisiones basura» de los bancos y las tarjetas de crédito, no se olvidó de la burla a la inteligencia de los billetes de avión que ocultan su precio auténtico, o de las facturas de hotel hinchadas artificialmente «y eso que ni siquiera son resorts». Al acabar, el presidente hubiera ganado las elecciones por una mayoría aplastante en cualquier geografía, con su resumen de que «los americanos están hartos de que les estafen y les tomen por tontos». Los españoles, también.

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