Tribuna

El mejor regalo navideño, la bondad

Guerras, desastres naturales, asesinatos, corruptelas, enemistades, etc., son el pan nuestro de cada día… según los medios de comunicación. Es decir que, desde el punto de vista parcial e interesado de las grandes agencias de información, el mundo y la vida son una pm. Ya lo decía el sofista Protágoras, que «el hombre es la medida de todas las cosas…para el hombre», de modo que desde nuestro punto de vista la realidad es lo que conviene al ser humano. Entonces, para las hormigas la realidad es lo que les conviene a ellas. Cada cual entiende el mundo según su punto de vista. Es muy interesante comparar y compartir diferentes puntos de vista porque así podemos acercarnos un poco más objetivamente a la realidad.

Por esta razón quiero compartir con los lectores de Diario de Mallorca unas historias que tienen que ver con esa parte de la vida que es la bondad. La bondad existe, los hombres y mujeres buenos existen y han hecho cosas maravillosas como las que os relato a continuación.

Charles Dickens. A través de sus novelas denunció la realidad social del Londres victoriano. Criticó la pobreza y la estratificación social de aquella sociedad. Dickens mantuvo una empatía por el hombre común. La segunda novela de Dickens, Oliver Twist (1839), fue responsable de las mejoras de los barrios más pobres de Londres. Además, con el personaje de una trágica prostituta, Nancy, Dickens «humanizó» a tales mujeres para los lectores, mujeres que eran inmorales víctimas de la economía del sistema victoriano. 

«Todo lo que te ocurre a ti, me ocurre a mí. No puedes mirar el sufrimiento de los otros sin sentirlo dentro de ti. Puedes mirar o no mirar, pero ese sufrimiento te duele a ti también, y cuando te das cuenta te sientes responsable. Y piensas, ¿qué puedo hacer?».

Así sintetizó su vida y su obra Vicente Ferrer. En 1952 desembarcó en el estado de Maharastra (la India). Se sintió como en casa desde el principio porque pudo centrar su trabajo en «la acción por los hombres más que en el oficio religioso». Allí trabajó con campesinos empobrecidos, ayudando a excavar pozos, crear escuelas y dispensarios médicos. En 1968 fue expulsado de la India por la presión ejercida por los terratenientes locales, que consideraron que su liderazgo suponía una amenaza. La entonces primera ministra, Indira Gandhi, permitió a Vicente Ferrer volver a la India. Esta vez, su destino sería Anantapur, un distrito castigado por la sequía, donde solo unos pocos tenían la explotación de las tierras y millones de personas vivían marginadas. Las autoridades locales recomendaban la evacuación de la población rural de ese territorio por la falta de oportunidades para los campesinos y agricultores. Cuando llega a Anantapur ya había dejado la Orden, «dejar a Dios era un símbolo de que, a partir de entonces, toda mi vida se iba a centrar en la acción para quedarme solo con el deber de erradicar la pobreza en el mundo». Vicente Ferrer fue, ante todo, un hombre idealista en la acción, características que le convirtieron sin duda en un visionario. Ahí donde veía un problema, encontraba de inmediato una solución.

Juan Carrero Saralegui (Arjona, Jaén, 1951) es el presidente de la Fundació S’Olivar. Su espiritualidad podría ser expresada con dos frases. La primera de mahatma Gandhi: «Me siento hermano de todos y, para ser feliz, necesito ver feliz al más pequeño de mis semejantes». La segunda de Martin Luther King: «Jesucristo me ha dado la inspiración, mahatma Gandhi el método».

En 1974 decide declararse objetor de conciencia al servicio militar obligatorio y empezar a forzar un servicio social alternativo. En 1995 la Fundación empezó a tomar conciencia del importante vacío de denuncias y presión no violenta que existía respecto al gran y silenciado genocidio que se desarrollaba en el África de los Grandes Lagos. Sintió entonces el deber de enfrentarse a esa gran tragedia.

En su libro Los cinco principios superiores Juan Carrero explica: «Esas leyes de ‘otro orden’ que guiaron a mahatma Gandhi existen realmente. Se trata de unas leyes capaces de producir el ‘milagro’ de la multiplicación desproporcionada de nuestros pequeños esfuerzos; el ‘milagro’ de la multiplicación del bien frente al mal; el ‘milagro’ de encontrar paradójicamente nuestra propia felicidad en el momento mismo de condicionarla a la felicidad de los más desvalidos; el ‘milagro’ de que el más pesado de los yugos, la renuncia a nosotros mismos (una carga que es superior a nuestras propias fuerzas), se vuelva suave y ligero en el mismo momento en el que lo aceptamos y confiamos en que una Fuerza superior nos ayude a llevarlo; incluso el ‘milagro’ de que hasta el más pequeño de todos nosotros pueda cambiar el curso de la historia».

La lista de personas buenas que hacen cosas buenas y eficaces es infinita. Valgan tres ejemplos para demostrar que el bien siempre vence al mal. Si no fuera por todos esos nobles corazones la humanidad ya habría dejado de existir hace muchos siglos. Este es mi regalo de Navidad, el recuerdo de la Bondad.