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Fernando Toll-Messía

Dictadores de relato y cisnes negros

Vladimir Putin lleva veintidós años controlando la narrativa que la mayoría de los rusos quieren escuchar. Es un tirano clásico que ha perfeccionado las formas de control sobre sus siervos, por lo que le temen más de lo que le respetan. Controla la televisión, la radio y la prensa como herramientas para seguir monopolizando hasta 2036 el cargo que obtuvo en el año 2000. Los opositores o críticos son encarcelados con falsas acusaciones que los jueces refrendan, o son asesinados. La lista es tan larga que me estropearía el artículo.

Invocando a Catalina y Pedro el Grande convenció a los rusos de expandir el imperio a territorio ucraniano y comenzó la invasión del 24 de febrero. Todos sabemos cómo acabó el «golpe de estado» y cómo los echaron de Kiev. Aunque la verdadera razón de la invasión es su aversión a los regímenes democráticos y Ucrania, aunque corrupta e imperfecta, es una democracia desde 1991.

El pasado mes de junio ante el cambio táctico militar de Rusia consistente en bombardeos masivos a larga distancia, planteaba y exigía en esta columna que EE UU hiciese llegar a Ucrania los HIMARS (High Mobility Artilley Rocket) para igualar la contienda. Dos meses después se les entregaron oficialmente diecinueve, más misiles tierra aire Nasams, misiles HARMs y otro tipo de armamento pesado OTAN. Pero la decisión no fue fácil. En una tensa reunión en el despacho oval se defendían dos posturas. El asesor de seguridad nacional John Sullivan partidario de la tesis «de mantener el equilibrio en primera línea»; y de otra Antony Blinken (secretario de Estado) y James Austin («ministro de defensa») partidarios de que Ucrania ganase la guerra. Biden optó por esta segunda vía e incremento las partidas militares para ayudar a Zelensky. Bueno para Ucrania, bueno para EE UU, malo para Europa a corto plazo y conveniente para todos antes de que Donald Trump tenga opción de ganar las elecciones de 2024.

Dos meses después de una campaña de propaganda ucraniana anunciando el inminente asalto a Jerson, consiguieron que los rusos trasladaran las tropas de élite de Jarkov (norte) al sur (Jerson) en un ardid de inteligencia superlativo que la inteligencia rusa se tragó -como se tragaron que Ucrania caería en tres días- . Movilizaron las tropas de noche a través de las zonas arboladas y el 10 de septiembre atacaron el norte, mal defendido por los rusos, reconquistando 5000 km2 en tres días. La mayor gesta militar desde la Segunda Guerra Mundial.

Semanas antes habían atacado Crimea. No se ha publicado si fueron comandos ucranianos, partisanos de la resistencia o misiles de larga distancia, de esos que EE UU dice que no ha proporcionado a Ucrania. Me quedo con esta última.

Jarkov ha sido el cisne negro de Putin y las consecuencias no se ha hecho esperar. Genshab, famoso bloguero y comentarista militar ruso, abiertamente ha dicho que los fuegos artificiales de Moscú del 875 cumpleaños de la capital, le parecen «blasfemos y salvajes en el marco de la ofensiva ucraniana de Jarkov» y se despachaba más a gusto con «Ahora, el presidente ruso es el principal responsable de todos los riesgos y consecuencias negativas. Todo este hatajo de funcionarios incompetentes, hambrientos de poder y riqueza, y simplemente desleales a Rusia, están ahogando al país mientras permanecen en las sombras».

Los consejos municipales de los distritos de Smolninskoye (ciudad natal de Putin), en San Petersburgo, y de Lomonosovsky, en Moscú, votaron a favor de exigir la renuncia del presidente ruso e incluso de pedir que se le juzgue por «traición». Y los canales rusos ultra patrióticos de Telegram arden pidiendo responsabilidades y sintiéndose engañados por su líder.

Los estados fascistas y los nacionalistas, también, se caracterizan por plantearse la siguiente pregunta cuando se pierde la guerra: ¿quién tiene la culpa el Fuhrer o los generales? La cuestión es que en Rusia sólo hay una institución más valorada que la figura de Putin y esta es el ejército. Hasta la fecha 11 generales han muerto en combate (un hito en la historia militar mundial) y otro ha sido apresado esta semana. Roman Berdnikov, último general responsable de la guerra en Ucrania, ha durado 17 días en el cargo. Así es que el generalato ruso debe estar muy cabreado, especialmente porque Putin les ha cancelado las visitas el 13 de septiembre, a pesar de la desastrosa situación bélica. Muchos creen que es por miedo a ser asesinado.

Jarkov es el cisne negro pero si cayese Jerson probablemente comenzaría el desmoronamiento del régimen. Su sucesor será otro sátrapa porque Rusia es un breviario de podredumbre. Plantearse que pueda instaurarse un régimen democrático en Rusia es demencial. La democracia en Rusia tiene las mismas posibilidades de triunfar que en Irán o en Siria. A veces no somos conscientes de la suerte que tenemos de haber nacido en una democracia occidental. Damos muchas cosas por supuesto.

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