Hubo un tiempo en que el Imperio Romano abarcaba todo el mundo conocido. ¿Todo? ¡NO! Según Goscinny y Uderzo, existía una aldea gala que se le resistía una y otra vez. Los personajes de tal sitio son mundialmente conocidos: Astérix, Obélix, Panorámix, el jefe Abraracúrcix y su esposa, Karabella, Ordenalfabétix, Edadepiédrix, Falbalá y su novio Tragicómix, Buentórax… Vivían orgullosamente libres, en paz, al margen del Imperio, y frecuentemente se reunían en la plaza a comer jabalíes asados y a cantar, soportando como único contratiempo, las espantosas poesías del bardo Asurancetúrix con su lira desafinada.

Nuestra ciudad, y muy especialmente el centro, ya no es el espacio común al servicio de la ciudadanía; con el tiempo se ha ido inundando de hoteles de lujo, convirtiéndose en un inmenso bar al servicio y al precio de los turistas que «nos visitan», o nos atropellan, a veces, literalmente. Porque las calles y plazas, eso denominado «espacio público» cada vez es más privado y han ido cayendo una a una ante el poder del dinero, a pesar de que los y las vecinas se han ido organizando, protestando, reivindicando, que «la ciutat es per a qui la habita».

Pero la plaza Quadrado se mantenía libre de bares y terrazas, era «la aldea gala» de nuestro barrio y nos alegrábamos mucho de ello. El otro día, en una reunión de la Avv Canamunt estilo «tomando la fresca» en plena plaza, nos acordábamos de Astérix y su vecindario mientras hablábamos de la lucha sostenida en el tiempo para que esta plaza se mantenga libre de las terrazas que inundan gran parte de la ciudad. Hace unos meses, el Ayuntamiento anunció que se peatonalizarían varias calles – de esas con muy poco tráfico rodado- y la plaza Quadrado. La alerta fue inmediata, porque ya nos hemos acostumbrado (qué pena) a que cuando nuestros representantes municipales lanzan una idea, posiblemente no sea en beneficio de la ciudadanía sino del muy poderoso sector de la hostelería.

Han sido varias las ocasiones en las que hemos preguntado a nuestros representantes sobre el futuro de la plaza, insistiendo en la conveniencia de que quede libre de terrazas para el disfrute de lo comunitario. Su respuesta siempre fue que así sería. Impulsamos la colocación de dos micro huertos urbanos para que el vecindario recogiera lo que necesitara, con la condición de que los cuidaran y regaran. Así fue hasta que de pronto desaparecieron. El Ayuntamiento, el mismo que nos dijo que la participación ciudadana era su prioridad al igual que el medioambiente, nos lo retiró del espacio público y solo las hemos podido recuperar después de mucho «dar la murga» y encuentros con responsables municipales. Aún no hemos conseguido que la red de Badminton que pusimos para que se pudiera jugar en una plaza ya vacía de coches, se quede de forma fija allá. Además, nos hemos enteramos de que ya hay licencias para instalar, al menos, dos terrazas en la plaza. Y nos habían asegurado, mirándonos a los ojos, que eso no pasaría.

Si plaza Quadrado cae, caerá otro símbolo de un modelo de ciudad distinto, para el vecindario, siguiendo el interés colectivo. Será otra prueba más de un ayuntamiento que no escucha a sus habitantes sino al sonido de las monedas cayendo en sus arcas y la prueba de que les interesa más jugar a ser Julio César, el malo de Astérix, en vez de estar al lado de sus habitantes.

Siguen las voces constantes de protesta en los barrios; la de Canamunt, también seguirá.