Tal como informaba Diario de Mallorca en una edición del pasado mes, dos municipios canarios han lanzado un proyecto pionero para concienciar y sensibilizar a sus 50.000 habitantes sobre la violencia de género y motivar la colaboración activa en su detección.

Se trata de una iniciativa más para combatir este flagelo. Desde el año 2007 el Gobierno de España mantiene el teléfono 016 para asistencia específica y grupos de apoyo para mujeres maltratadas. Mundialmente existen investigaciones y plataformas sobre lo que ya se conoce como VAWG, Violence against Women and Girls (violencia contra mujeres y niñas).

Las diversas formas de violencia contra la mujer constituyen un fenómeno social y psicológico con manifestaciones muy diversas y sus causas son variadas y complejas. Lamentablemente este tema está sufriendo una pérdida de credibilidad por haber sido politizado, banalizado y degradado.

Pese a ello el problema es serio, como lo demuestran los 48 casos clasificados como feminicidio íntimo registrados en España en 2021 o el hecho de que actualmente hay sociedades en que la diferencia sexual significa una asimetría tan radical como la de los derechos de amo y esclavo en las sociedades esclavistas. Aun hoy hay culturas en las que la violencia física sobre la mujer e incluso los llamados crímenes de honor tienen respaldo social.

Aquí me limitaré solo a un aspecto que resulta sorprendente a policía, jueces, trabajadores sociales, psicólogos forenses y clínicos.

Se trata aquellos casos, que son muchos, en que hay reincidencia y complicidad de las víctimas, que encubren, perdonan e incluso retiran denuncias cronificando así el padecimiento.

Los comportamientos humanos se deben a los instintos de la especie y a como se moldean por las experiencias infantiles

Hay dos disciplinas que ayudan a la comprensión de este extraño comportamiento. Son la etología y la psicología clínica.

La etología es la rama de la biología que estudia el comportamiento de los seres vivos en su ambiente natural. Los seres humanos compartimos con otros mamíferos diversos instintos que han evolucionado pues ayudan a que los padres cuiden de sus crías hasta que maduren. Esto requiere en las crías un instinto para gimotear y juguetear para demandar atención y en los adultos un instinto de protección para responder. Sin estos instintos una especie se extinguiría.

Sin embargo, a veces ocurre un fenómeno extraño llamado neotenia.

Dicho de un modo muy esquemático se trata de una mutación que permite que individuos de una especie alcancen la madurez sexual y reproductiva en una etapa juvenil de su desarrollo. Si gracias a esa mutación obtienen un beneficio, es decir, dejan una mayor descendencia, esa característica se fija dando lugar a cambio permanente en la especie.

Hay dos ejemplos de animales domésticos que pueden ayudar a entender el fenómeno que nos ocupa.

Como bien sabe todo el que ha tenido gatos, sus maullidos lastimeros les sirven de reclamo para manipular a sus dueños, ya sea para conseguir comida o mimos.

Todos los felinos salvajes mantienen esa conducta solo mientras son dependientes de la madre para conseguir su atención, protección y alimento, pero la pierden cuando maduran ya que de nada les serviría. En cambio, los gatos domésticos lo mantienen toda la vida dirigiéndola a humanos de su entorno más que a otros miembros de su especie.

O sea, los gatos domésticos fueron seleccionados para vivir «de la sopa boba» parasitando a los humanos gracias a comportarse como débiles e inmaduros. Investigaciones recientes comprobaron que los gatos actuales presentan un achicamiento de sus cerebros por no ser necesarios para una vida sin exigencias.

El mismo fenómeno neoténico se encuentra en los perros.

Estos mantienen en su madurez el comportamiento juguetón que los hace entrañables para los humanos de los que dependen, mientras que en los lobos el juego desaparece en la adultez.

En los humanos, estos fenómenos biológicos ayudan a entender el engaño repetitivo con el que los maltratadores consiguen el perdón.

Los estudios del perfil psicopatológico de los agresores masculinos en las relaciones de pareja explican que esa forma degradada de la masculinidad suele darse en hombres con una personalidad frágil, inestable, con intolerancia a la frustración e incapacidad en la gestión de los impulsos. Todo ello se evidencia en la alternancia de conductas agresivas con estados regresivo-dependientes.

Llanto, culpa, arrepentimiento y actitud suplicante son síntomas de esa bipolaridad.

Curiosamente esa reacción resulta para los maltratadores un eficaz mecanismo para obtener la continuidad de la relación activando el instinto materno-protector en la mujer que se manifiesta en reacciones de ternura, compasión, perdón … y vuelta a empezar… «Dame otra oportunidad» es una frase habitual.

Por otra parte, los psicodiagnósticos de las víctimas demuestran que la existencia de un patrón instintivo no es suficiente para el atrapamiento en una relación tóxica. La víctima siempre presenta una predisposición originada en trastornos neuróticos de la personalidad que se manifiestan en la tendencia a sentirse responsable y, hasta culpable de rechazar o abandonar a un agresor solo porque cíclicamente se muestre débil. El enganche a una relación tóxica se asemeja a una drogodependencia. Inconscientemente el enamoramiento es más por lo que el maltratador no es que por lo que es. Más por sus miserias que por sus dones.

Un antiguo refrán árabe dice: «La primera vez que me engañes será culpa tuya, la segunda, será culpa mía».