Opinión
Jenn Díaz
A mis amigas
Miles de mujeres a lo largo de la historia no eran histéricas. Habían sido obligadas a callar, a obedecer, a conformarse, a aceptar unas normas inaceptables. Obligadas a no desear algo más allá de lo que estaba estipulado, porque el deseo, ya lo sabemos, mueve y remueve. No eran locas y todavía menos eran libres... y se rebelaban, no se conformaban. Las locas eran desautorizadas, temidas: como en toda guerra, y la guerra contra las mujeres libres todavía dura en todo el mundo, se trata de deshumanizar tanto como sea posible al adversario. Las locas, las histéricas, las brujas. A la hoguera, en medio de la plaza, para que tú, mujer inconformista, entiendas cuál es el precio de tu libertad.
No eran locas, o sí que lo eran pero no a la manera como las querían encasillar, y así por los siglos de los siglos hasta hoy. Hoy nos prefieren mal folladas, intensas, feas. No hay hoguera -aquí-, pero sí un ahogo constante y silencioso. Y entonces pienso en mis amigas, que podrían haber estado perfectamente dentro de la hoguera riéndose de todas las sociedades que las quisieran calladitas. Pienso en mis amigas y en cuántas veces han sentido aquel ahogo constante y silencioso, y pienso también en mi propio ahogo constante y silencioso, y en las veces que nos han dicho sin palabras que éramos unas locas o unas histéricas; pienso en todas las veces que, nacidas al otro lado del universo o por los siglos de los siglos atrás, no nos hubieran permitido ser las mujeres que somos hoy.
Probablemente, estas líneas tienen algo que ver con el hecho de que es diciembre, volvemos a cerrar un año rarísimo y se acerca la Navidad constante y silenciosa, detrás de las lucecitas de las calles o la nostalgia anticipada o la fuerza esperanzadora de volver a empezar. La cuestión es que pienso en mis amigas, en todas estas brujas que se sientan alrededor de una mesa o que se preguntan cada día cómo se encuentran, o que hacen confesiones o que escuchan y acompañan desde el respeto, y las quiero abrazar y les quiero agradecer la esperanza. Sola no habría podido: ni con este año, ni con todos los anteriores.
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