Que la crisis del coronavirus ha sido un tsunami a nivel mundial que ha removido los cimientos de la globalización, no se puede poner en duda. Ha modificado la forma de ver el mundo y ha acrecentado aún más las diferencias existentes entre unas zonas y otras del planeta.

Así, la crisis sanitaria ha producido una importante crisis económica que también se ha sufrido – y se sigue sufriendo- en Baleares; nuestra comunidad autónoma es la que más se ha visto afectada por ella, sufriendo una caída del PIB del 23,7%.

Una difícil situación agravada por nuestro modelo económico basado en el sector turístico; y, de especial manera, en el turismo internacional, que se ha visto frenado en seco al restringirse la movilidad incluso a nivel mundial.

Nuestra economía se para en marzo de 2020, lo que implica que los datos relacionados con el mercado laboral sean los peores en muchos años, prueba de la crisis generada; el paro aumenta un 34% de 2019 a 2020 y la afiliación a la seguridad social cae en 44.270 personas.

Con la inoculación de la vacuna a una parte importante de la población y las medidas restrictivas que han estado vigentes en Baleares, se han obtenido cifras de transmisión e infección del virus, que, al llegar el mes de junio de este año, nos han permitido iniciar la temporada turística.

Y como siempre que se inicia la temporada en nuestra comunidad autónoma, se produce un aumento de la contratación, de la afiliación a la Seguridad Social y un descenso del desempleo, lo que nos lleva a pensar que nada ha cambiado en nuestro mercado laboral. Seguimos con un mercado que depende en exclusiva del turismo de sol y playa, que ataca el territorio y consume recursos hasta agotarlos en unos pocos meses del año, y por lo tanto estacional por completo. Donde el contrato que más se realiza es el temporal que se circunscribe, por regla general, a la duración de la temporada turística, pero que cada vez se hace de menor duración llegando a firmarse contratos de unos pocos días.

Pero, además, este sistema económico favorece el abandono escolar temprano de nuestros jóvenes al ofrecerles puestos de trabajo sin necesidad de formación que les condena a trabajos precarios, con sueldos bajos y enormes cargas de trabajo para el resto de su vida laboral ante la imposibilidad de promocionar por falta de formación. Una tasa de abandono escolar que se sitúa en el 21,3%, lo que supone más de 5 puntos que la media del estado y que, si bien se ha reducido ligeramente durante 2020, se ha debido sobre todo a la imposibilidad de encontrar algún tipo de trabajo como consecuencia de la pandemia.

Por lo tanto, seguimos repitiendo el mismo modelo económico neoliberal, que en esta crisis no hubiera ayudado a la clase trabajadora a subsistir, a no ser por la protección desplegada por los Expedientes Regulación Temporal de Empleo puestos en marcha por el Gobierno y los agentes sociales a través del Diálogo Social.

La lección que tenemos que aprender de la pandemia – y que parece que queda lejos de ser interiorizada- es que necesitamos diversificar la economía de las Islas Baleares, que debemos tener otras industrias que nos permitan aumentar y mejorar nuestra productividad, y cambiar a un modelo turístico donde menos es más, es decir, donde menos turistas puedan generar una mayor riqueza que se pueda repartir entre todos.