No desvelamos ningún secreto al proclamar a Mallorca como uno de los destinos turísticos más demandados del mundo. Ni tampoco al afirmar que Alemania e Inglaterra son, con diferencia, los dos países que más turistas aportan a la isla. Sin embargo, este excesivo cariño conlleva también una incómoda penitencia: nuestra excesiva dependencia.

Tanto es así que ahora que comenzamos a ver la luz con la aceleración del ritmo de vacunación en nuestro país, y con las reservas para verano con crecimientos por encima de los dos dígitos, Mallorca sigue esperando a que vuelvan los alemanes y británicos.

Recuerdo hace unos años, una conversación con el director comercial de una gran cadena hotelera mallorquina en la que me explicaba el método utilizado para construir la estructura tarifaria de la compañía. Establecía una tarifa, la más baja, para el turoperador alemán o inglés que contaba con importantes garantías, y a partir de ahí, se iban incrementando las tarifas para el resto de touroperadores con los que se trabajaba.

Al preguntarle si las diferencias existentes no impedirían a los de tarifas más caras ofrecer un producto competitivo, su respuesta fue tan escueta como esperada: «Así lo hemos hecho toda la vida y siempre nos ha ido bien».

La enorme dependencia de mercados como el Reino Unido hace que, recientes declaraciones del primer ministro británico, pidiendo «precaución» o exigiendo a sus ciudadanos una cuarenta al regreso de sus vacaciones, provoque que muchos sigan debatiendo la fecha de apertura de su hotel, o si abrirán o no, ante el miedo a que finalmente los ingleses no aterricen en Mallorca.

En los últimos años, desde Travel Internet Consulting, hemos podido comprobar que la comercialización y distribución de productos turísticos ha cambiado mucho. Ante este cambio de paradigma, que algunos siguen sin percibir en toda su intensidad, deberíamos reflexionar sobre cuáles son los retos de Mallorca, como destino.

Es el momento de apostar por un turismo de más calidad y menos masificado y velar por todos los mercados, proyectar escenarios después del verano, para otoño, invierno, y planificar 2022, donde hay que reactivar el turismo sénior como gran efecto desestacionalizador.

No deberíamos caer en la trampa de querer ser los primeros en el ranking de destinos vacacionales ni entrar en una lucha con nuestros destinos competidores a la caza del turista internacional.

Mallorca tiene grandes retos por delante más allá de cautivar el mayor número de clientes posibles: la sostenibilidad y la digitalización. Construir un modelo turístico de éxito, al tiempo que se toman las decisiones adecuadas en la búsqueda del difícil equilibrio entre medio ambiente, sociedad y economía generando el menor impacto posible en el destino. Un ejercicio de reflexión sobre la verdadera razón de ser de su modelo de comercialización y promoción.

Al mirarse en el espejo, Mallorca se enfrenta a grandes retos en los próximos años, una oportunidad para posicionarse como destino turístico en el que se debería atender, con el cariño que merece, a la recuperación de los turistas de la península.