He leído que los ciudadanos se quejan de la dificultad que tienen para comunicarse con su médico de familia y de lo que más se lamentan es de que no consiguen contactar con el centro de salud. Y en eso coinciden con sus médicos, porque es evidente que no disponemos de líneas telefónicas suficientes en los centros de Salud. En las agendas creadas en el caso de Balears por la Gerencia de Atención Primaria dan prioridad a la consulta telefónica sobre la presencial con la idea de evitar aglomeraciones de pacientes en los centros de salud, pero los profesionales nos quejamos de que esas agendas son infinitas y por lo tanto inabarcables. Comienzan siendo de menos de 30 pacientes a las 8 de la mañana y crecen y aumentan sin que el profesional pueda planificar sus tiempos porque donde había 3 pacientes ahora aparecen 10, y el tiempo no es un chicle que se estira.

Un médico no puede llamar por teléfono a infinitos pacientes, y a la vez ver pacientes en consulta presencial (los que se cita porque considera que tiene que ver y los que aparecen en el centro de salud porque se sienten mal), y acudir a los domicilios de los pacientes y atender la consulta específica de covid y si falla algún compañero repartir su consulta y… hasta el infinito y más allá.

Estas agendas infinitas se complementan con que somos chica para todo, llegas a la consulta, te pones el pijama blanco y comienza la penitencia del telefonista, primero tienes que tener línea telefónica libre, en segundo lugar, que te conteste el paciente y no su contestador, de los que ya nos sabemos los mensajes de memoria. Si contactas con el paciente a veces solucionas el problema y otras lo has de citar en la consulta. En ocasiones, pacientes «educados en la exquisitez de nuestros sistemas» te dedican adjetivos tan estimulantes como vago, inútil u otros que resulta mejor no repetir. Tenemos que recibir al paciente, ventilar la consulta, cambiar el papel de la camilla, limpia las superficies ... no disponemos de auxiliar que nos ayude. Si quieres explorar a un paciente con poca movilidad, o lo ayudas a subir a la camilla, o si lo ves complicado para evitar caídas y proteger la salud de tu espalda es mejor derivarlo. 

A todos aquellos que nos dicen que no hacemos nada, les invitaría a pasar un día en una consulta de un médico de atención primaria, o mejor en la consulta covid, con el EPI y atendiendo a la vez posibles pacientes con coronavirus y las infinitas llamadas telefónicas.

Y se extrañan de que los médicos de familia no quieran quedarse en España con estas condiciones de trabajo «tan dignas», y aún menos en Balears, donde no sólo el sueldo es inferior a la media europea, sino que en el último año nos han maltratado económicamente, no aplicando la subida del 2,9% del resto del estado y siendo una de las pocas CCAA que en vez de un complemento covid nos ofrece una medalla de consolación. 

La medicina de familia está moribunda desde hace años, la epidemia solo ha dejado ver la realidad de la falta de inversión en atención primaria. Necesitamos un cambio radical en el modelo, una reestructuración total, pero los medios humanos, la tecnología y las infraestructuras necesarias no se generan espontáneamente y tampoco estrujando a los médicos hasta sacarles la última gota con un trabajo inabarcable. Y el cambio no llega, solo promesas vacías de contenido y de presupuesto. Estamos llegando a la fecha en la que se cumple el primer aniversario del cambio de modelo de atención generado por la pandemia y ni rastro de la e-consulta, continuamos al teléfono y sin líneas suficientes. Los pacientes tienen razón, no pueden contactar con el centro de salud y los médicos sólo hacen lo que pueden, porque la buena voluntad no los transforma en superhéroes, solo siguen siendo personas muy comprometidas con sus pacientes, pero sometidas a un gran desgaste. ¿Qué distorsiones puede haber, en la calidad y en la calidez de la relación médico paciente, en la alianza terapéutica, en la seguridad de los pacientes y que conflictos puede presentar la consulta telemática desde el punto de vista deontológico? La Comisión Deontológica del COMIB, ha elaborado un magnífico documento donde se dilucidan aspectos éticos y deontológicos, sus usos posibles, su procedimiento y en qué pacientes y procesos no deben de ser utilizada (por ejemplo, cuando se deban dar malas noticias). Recordando siempre que es un acto médico llevado a cabo a través de un medio indirecto, que no debe reemplazar a la consulta presencial, pero sí se acepta como método complementario de atención. Enfatizando que en la teleconsulta deben cumplirse las mismas normas de seguridad, confidencialidad y secreto que se aplican a todo acto médico; que humanizar la atención médica a distancia es esencial; que el respeto hacia el paciente como actitud ética es fundamental y que siempre deben de atenderse a los principios de autonomía, beneficencia, no maleficencia y justicia. Tenemos una gran Primaria, que necesita una urgente renovación y transformación para la cual es clave una importante inyección presupuestaria. Ese debe de ser uno de los proyectos prioritarios, que debe abordarse con los fondos europeos que nos van a llegar.