No creo que el artículo de José Jaume en Diario de Mallorca de ayer miércoles titulado Obispo Taltavull, váyase cuanto antes sea compartido por la inmensa mayoría de los católicos de la isla, y ni siquiera por aquellas personas que, abstracción hecha de su adhesión, indiferencia o repulsión hacia la iglesia católica, quieran mantener un cierto equilibrio, sensatez y buen criterio para el recto enjuiciamiento de los hechos y circunstancias que nos rodean. Porque calificar de «caradura» al obispo Taltavull, achacarle «desvergüenza y cinismo», y echarle en cara «falta de dignidad y decencia» por el hecho de que, hace unas semanas, admitió que se le administrase la vacuna contra la covid-19, parece excesivo, fuera de contexto, y difícilmente asumible y defendible.

No están tan lejos los días en los que, a nivel de calle, se cuestionaba -incluso con publicación de encuestas en los medios de comunicación- la conveniencia, eficacia y efectos de la referida vacuna. Ello paralelamente a las informaciones científicas (o paracientíficas) suministradas, con criterios dispares, por los diversos laboratorios que, a marchas forzadas, han venido trabajando competitivamente en la materia. Y, por otro lado, todos recordamos haber leído u oído, semanas atrás, opiniones o posturas del tipo «yo no pienso vacunarme», posturas que, luego, al correr de los días, han devenido absurdas e inasumibles. Y ha sido publicado también el hecho de haberse tenido que recurrir, no hace muchos días, a la autoridad judicial para vacunar a un anciano de alto riesgo, cuyo hijo había prohibido formalmente su vacunación.

En este contexto, pues, es totalmente creíble la decisión del obispo Taltavull de, «para dar ejemplo» -como él, después, ha explicado-, optar por vacunarse «con total buena fe»; pensando sin duda que su gesto serviría de algo a los reacios y a los temerosos dados los riesgos tremendos de la actual pandemia. Una decisión que tomó el día 5 de enero (el dato cronológico es importante), como perteneciente a la «unidad sanitaria» de la Casa-residencia de los sacerdotes mayores, cercana al palacio episcopal.

Obispo Sebastià: Quédese tranquilo. Máxime tras haber pedido perdón públicamente por el «malestar causado”, al no haber comunicado tal vacunación cuando tuvo lugar, como ha hecho el Obispo de Córdoba (con foto incluida), sin causar revuelo alguno. Y tenga la seguridad de que somos muchos los que estamos con Vd. y le creemos y comprendemos. Aparte de que es patente que los «ataques» personales dirigidos a Vd., con todos los «adjetivos» utilizados, responden, en realidad, no al «incidente» que nos ocupa, sino a una postura de aversión a la Iglesia Católica y a lo que Vd. representa. Seguro.