El 28 de Mayo fue instituido en 1987 como el Día de Acción por la Salud de las Mujeres. Es un día que se establece como recordatorio para reflexionar sobre las múltiples causas de enfermar y de morir de las mujeres, que en este año, debido a las consecuencias de la pandemia Covid-19, nos obliga a reflexionar sobre la realidad de la salud de las mujeres mayores.

Vaya por delante que la epidemia de Covid ha tenido, tristemente, a las mujeres como protagonistas: las mujeres son la mayoría de los/las trabajadoras del sistema sanitario, son el 90% de los profesionales de cuidado de dependencia en las residencias, y son mayoría de personas mayores en las residencias de la tercera edad y por tanto en primera línea de infección y mortalidad.

Y lo que ha destapado esta epidemia con toda su crudeza son las enormes carencias en el sistema de cuidados del modelo imperante, las llamadas residencias de ancianos. Muchas de estas residencias, sobre todo las privatizadas que hasta cotizan en bolsa, son en realidad ejemplo de la mayor precariedad tanto en los usuarios del cuidados: hacinamiento, descuido... como en los cuidadores: personas a veces poco formadas, mal pagadas, explotadas y carentes de cualquier recurso para hacer frente a una emergencia semejante, lo que ha demostrado de forma contundente como la dignidad es la gran asignatura pendiente de la vejez en nuestro medio.

Porque el envejecimiento y la vejez sigue siento un tema tabú en nuestra sociedad en la que impera un claro edadismo: una visión distorsionada y negativa del envejecimiento. A las personas mayores lejos de respetarlas se las infantiliza, anula y arrincona. Y lo que es peor, se las homogeniza como colectivo, como si solo hubiera una tercera edad en lugar de, debido al aumento de la longevidad, una cuarta y hasta una quinta edad. Todo esto lo que hace es limitar, ocultar y desatender las verdaderas necesidades de los diferentes grupos de mayores. Sin embargo la realidad es que existe una enorme diversidad dentro de este colectivo de personas mayores. Y mientras que es cierto que una parte de ellos puede sufrir una dependencia profunda, especialmente al llegar a la 5ª edad, en la 3º y la 4º existe un gran grupo de personas mayores, especialmente mujeres con gran autonomía, que liberadas de los imperativos de la belleza y la maternidad, disfrutan de la vida aun más, o que incluso siguen siendo el centro y el motor de la familia cuidando maridos, hijos y nietos.

Pero para el cuidado de este gran colectivo no existen alternativas. Se las limita a permanecer en casa, la realidad nos descubre que el 72,9% de los hogares unipersonales de mayores de 65 años están ocupados por mujeres solas, que aun con todo lo que conlleva de aislamiento, soledad, medicalización perniciosa, mayores riesgos y frustración, prefieren vivir en un espacio propio e independiente, en lugar de arrinconadas en residencias sin ninguna capacidad de autonomía o decisión.

La epidemia del Covid-19 ha puesto en evidencia la necesidad urgente de cambiar el modelo de cuidado de las personas mayores. No solo hay que dignificar el cuidado de las personas dependientes (lo que pasa por dignificar también el trabajo de las cuidadoras), sino que hay que facilitar alternativas a las personas que no lo son o al menos (¿quien no es dependiente en algún grado?) que no lo son de forma total, facilitando los medios para que los grupos de personas, especialmente mujeres que quieren vivir juntas, compartiendo espacio y cuidados sin perder la independencia, puedan hacerlo, como alternativa mucho más digna al hacinamiento de las llamadas residencias.

Para que este idea pueda prosperar se necesita apoyo financiero y al parecer también es necesario que la administración extienda su concepto de núcleo familiar mas allá de la familia tradicional, a cualquier grupo de personas que quieran comprometerse a vivir un proyecto en común. Es lo que ahora se llama "co-housing" o "co-habitatge", y es la idea de desde hace 20 años persigue la asociación pionera Ciutat d'ellas de Mallorca, que busca financiación para un proyecto de convivencia independiente de un grupo de amigas (que han trabajado toda su vida por los derechos de las mujeres), proyecto que curiosamente ha encontrado siempre el beneplácito de todas las administraciones políticas de la isla de los últimos casi 20 años, sin que hasta ahora hayan conseguido materializarlo.

Es el momento ahora, ya que lo que esta epidemia ha desvelado sobre todo es la urgente necesidad de apoyar y fomentar desde el sector público este tipo de iniciativas como la alternativa necesaria al modelo actual de residencias, que ha demostrado ser tan letal. Por el bien y la salud de las mujeres, y por ende de toda la sociedad.

* Presidenta de la asociación ADIBS-DonaSana