Parece que el culebrón del brexit se acerca a su desenlace, con la salida del Reino Unido de la Unión Europea. Aunque con un Primer Ministro como Boris Johnson todo es posible y lo contrario también. Tuve ocasión de conocerle hace dos años en la embajada del Reino Unido en Malta (Alto Comisariado, en realidad, porque Malta es un país de la Commonwealth) y me causó una pésima impresión. Me pareció un histrión irresponsable.

Si se confirma la salida, la colonia de Gibraltar quedará en una situación complicada. En el referéndum del brexit de 2016, el 84% de los gibraltareños acudieron a votar y de ellos un 96% votó en contra del brexit. No me extraña que votaran con tal rotundidad porque casi diría que les va la vida o cuando menos una buena parte de su desarrollo económico. Las empresas de juego "on line" están abandonando el Peñón y estableciéndose en Malta.

Además, al consumarse la salida de la Unión Europea, la verja de la Línea de la Concepción se convertirá de nuevo en una "frontera exterior" de la UE (España no admite que esto sea una frontera, pero lo escribo para que se entienda), como fue entre 1973 y 1986 cuando el Reino Unido estaba en la Comunidad Europea y España no.

Por tanto, tal como se recoge en el protocolo negociado para el brexit referente a Gibraltar, ahora, invertida la situación, España tendrá la posibilidad de manejar a su antojo el control de ese "paso". Para los sectores más conservadores de la opinión pública de nuestro país ha llegado la ocasión de asfixiar a Gibraltar, de negarle el pan y la sal. Pero históricamente, la política de extrema dureza con Gibraltar nunca ha conducido a nada positivo. Sólo ha servido para gritar "Gibraltar español" y dejar que transcurran varios siglos sin hacer nada.

Los gobiernos españoles han cometido normalmente el error de castigar a los gibraltareños en vez de presionar al Reino Unido. Es más fácil atacar al débil que al poderoso, aunque éste sea el verdadero y único responsable de que Gibraltar siga siendo una colonia.

Este es un conflicto que procede del siglo XVIII pero que no puede solucionarse con criterios y modos de entonces sino con actitudes del siglo XXI. Para ello hay que tener en cuenta lo siguiente.

Gibraltar no es español. Por lo menos, no es español ni la ciudad ni el puerto. Otra cosa es el istmo. ¿Debería ser español? Sí, de acuerdo con la doctrina de Naciones Unidas. ¿Queremos que sea español? Sí, pero no lo es.

Los gibraltareños no tienen porque naturalmente y necesariamente querer ser españoles. Nadie cambia de nacionalidad de manera espontánea, sin una razón. Nadie deja de ser porque sí, lo que siempre ha sido para ser lo que nunca ha sido. Quieren ser gibraltareños y hasta ahora han pensado que están mejor protegidos por "los ingleses" (así les llaman con un tonillo despectivo) que por los españoles.

¿Qué podemos hacer para que esto cambie? Para empezar el brexit les va a hacer la vida más complicada por ser un territorio colonial británico. Estamos ante una buena oportunidad para empezar a cambiar el rumbo de la nave. Hay que ser muy firmes con el Reino Unido pero hay que crear relaciones de entendimiento con los "llanitos". El cierre de la verja entre 1969 y 1982 creó un nacionalismo gibraltareño que no existía y fue devastador para las relaciones entre Gibraltar y el Campo de Gibraltar. Toda una generación creció llena de resentimiento hacia España y es la que ahora está en el poder o al frente de los negocios.

Deberíamos aprovechar esta situación más ventajosa para aplicar el método de la construcción europea. Hay que crear primero solidaridades de hecho, crear medidas de confianza y conseguir mayor popularidad en el Peñón. Hay que hacer de esta nueva situación un lugar para la cooperación y no para la confrontación, un lugar de encuentro y no de alejamiento. Todo ello combinado con una presión constante sobre el Reino Unido, no lo olvidemos, único responsable de que siga existiendo este anacronismo intolerable en el siglo XXI.

No podemos aceptar como dicen todos los gobiernos británicos que ellos se atienen a los "deseos" de los gibraltareños y éstos no quieren ser españoles (Gibraltar no puede autodeterminarse para ser independiente). Pero debemos pensar si se puede recuperar un territorio sin recuperar a sus habitantes.