El hombre sale repentinamente desde detrás de un arbusto donde parecía estar agazapado, y se me aproxima a paso ligero. Como son las 10 de la mañana no me sobresalto demasiado (si fuera de noche, con oscuridad, seguramente sería otra cosa). Aun así, me pongo ligeramente en guardia y le miro con recelo. Me saluda con corrección y se identifica como inspector de medio ambiente del Ayuntamiento de Palma. Sin esperar a que le devuelva el saludo, me espeta que mis perras van sueltas. "Lo sé", le contesto; "pero esto es un parque de convivencia canina", le recuerdo. "Sí", me replica él muy ufano -como diciendo, te he pillado-, "pero son las 10 y cinco, y los perros solo pueden pasearse sueltos de 8 a 10". "Oiga", le digo conciliador, "que llevo aquí desde hace casi tres cuartos de hora y ya me estoy yendo, ¿ve? me dirigía hacia la puerta del parque y llevo las correas en la mano porque estaba punto de sujetarlas; y además no hay nadie más en todo el parque, sólo estamos aquí usted, mis perras y yo". El hombre medita unos segundos, y me dice que el problema es que a lo mejor las perras hacen caca y yo a esa hora no me entero, por lo que no puedo recogerlas. Como llevo tantas bolsas recoge-excrementos caninos que me salen rebosando de los bolsillos, además de las que llevo atadas a las correas para tenerlas más a mano, le respondo: "Oiga, ¿cree usted que llevo todo esto porque me dedico al top-manta de mini bolsas? Yo siempre recojo las cacas de mis perras, ¿usted me ha visto dejar alguna? recojo hasta algunas que no son de mis perras, pero me pillan de paso, oiga; pero sin ningún afán escatológico, se lo prometo, sino porque soy un ciudadano concienciado; además", le pregunto, "¿qué tiene que ver el horario con ver, o no, las cacas?" ¿es que usted cree que de 8 a 10 de la mañana los excrementos relucen más que a las 10 y cinco?" El hombre, ante la última de mis preguntas, duda unos segundos; pero enseguida se repone y vuelve a la carga, recitando lo que con toda seguridad sus superiores le han indicado que debe decir: "que si las 10 y cinco, que si solo de 8 a 10, que si las cacas?.". "Oiga, mire", le contesto, "tengo prisa, de verdad; si quiere, denúncieme, pero no tengo ahora mismo tiempo que perder, buenos días". Y sigo mi camino.

Qué exceso de celo, me digo. Qué afán el de los jefes políticos del inspector en cuestión por cuidar el medio ambiente. ¿O no? Porque casualmente esa misma mañana leo en la prensa que el Ayuntamiento de Palma (o, más bien, sus recientes últimos responsables del área de Medio Ambiente) presuntamente no ha impedido que durante años se hayan estado vertiendo periódicamente aguas fecales, tóxicas, y sin depurar del alcantarillado de Palma, directamente al mar, ocasionando no sólo una polución y contaminación de la bahía, con el consiguiente daño para nuestra ya muy vapuleada fauna y flora mediterránea, sino contribuyendo al reiterativo cierre forzoso para los bañistas de las playas de la ciudad, en muchas ocasiones en temporada alta. ¡Que maravilla! me digo, de ser cierto. ¡Que capacidad la de ciertos políticos que presumen de ecologistas para hacer real aquel doblepensar del que nos advirtió George Orwell hace casi cien años! Porque, como siempre, no se trata de partidos políticos concretos (que de todo hay en ellos, como en la Viña del Señor), sino de la moral laxa de algunos de sus responsables y cargos públicos.

Los ciudadanos nos hemos enterado, al parecer, algo antes de que el asunto debiera filtrarse a los medios de comunicación, ya que estaba bajo secreto de sumario al investigarse judicialmente la posible comisión de un delito contra el medio ambiente (entre otros). Pero, ya que hemos tenido conocimiento, deseemos que esta vez se llegue hasta el fondo de la inmundicia, nunca mejor dicho. Que el nunca suficientemente valorado SEPRONA de la Guardia Civil pueda averiguar la identidad de hasta el último -y la última- de los responsables técnicos y, sobre todo, políticos (los que mandan de verdad) de esta vergüenza. Que toda la porquería salga a la luz. Y que la Administración de Justicia actúe con contundencia.

Por cierto, esos mismos/as responsables del asunto (los de EMAYA: la Empresa Municipal de Aguas y Alcantarillado), eran (son) también los de Bienestar Animal (es un decir) del Ayuntamiento de Palma. Ante su "diligencia" (presunta) respecto al medio ambiente, ahora me explico muchas cosas. Pero de protección animal seguiremos hablando otro día.