Balears afronta el próximo domingo unas elecciones en las que la polarización del voto, la posibilidad de reeditar, por primera vez, un gobierno de izquierdas y nacionalista y el incierto futuro político nacional las convierte en excepcionalmente relevantes.

Más de 800.000 electores de las islas están llamados a las urnas para elegir a los 59 diputados autonómicos, a 699 concejales de 53 ayuntamientos de Mallorca y a los representantes españoles en el Parlamento europeo. Los ciudadanos asisten a la campaña, que llega a su ecuador, con un cierto hastío, debido al solapamiento con las elecciones generales y locales, que ha llevado a la política a un permanente estado de campaña.

Pese a ese hilo ininterrumpido de propaganda electoral desde hace meses, los resultados del pasado 28 de abril han supuesto un punto de inflexión importante, tanto a nivel nacional como en Balears. Los partidos han adaptado sus estrategias al estado de opinión trazado en las urnas y los posicionamientos de unos y otros, a la derecha, a la izquierda y al centro, han cambiado estos últimos días.

En las islas, la campaña de las generales nos mostró a una Francina Armengol con perfil más bien bajo, subida a la corriente favorable de las siglas socialistas que la auparon por primera vez en la historia al liderazgo en votos frente al Partido Popular en el archipiélago. La presidenta en funciones y candidata socialista, que renunció a adelantar las elecciones como sí hizo con resultados muy favorables su compañero de Valencia Ximo Puig, se marcó como reto no cometer errores. Y lo consiguió.

A su derecha, Biel Company se enfrentaba a su primer examen en las urnas, al igual que su líder nacional, Pablo Casado. El Partido Popular optó por acentuar su discurso conservador y arrinconar el centrado, para evitar la fuga hacia Ciudadanos y Vox. Y le salió mal.

La victoria del PSOE y la derrota del PP, que en el caso de Balears fue por goleada al pasar de primera a cuarta fuerza política, han obligado a cambiar el paso cara al 26M. El equipo de Armengol se ha volcado para evitar el exceso de confianza de su electorado. Su propuesta se basa esencialmente en mantener viva la movilización contra el 'tripartito' PP-Ciudadanos y Vox. Conscientes de que los populares están tocados, tratan de hundirlos ligando constantemente su marca con la del partido de Abascal. Es el futuro "en blanco y negro" al que se refería el pasado jueves en el club Diario de Mallorca el candidato socialista a Cort José Hila.

En el PP, por el contrario, han dejado de mirar tanto al adversario socialista y están basando su campaña en redefinir la propuesta de Casado y recuperar al electorado del centroderecha, sin estridencias, que les ha dado tantas mayorías absolutas en el archipiélago. Gabriel Company ha cedido la bola de la batalla lingüística y del adoctrinamiento para que la jueguen Ciudadanos y Vox. Ha encargado a Mateo Isern la difícil tarea de recuperar Palma, ciudad en la que el descalabro popular fue rotundo. Y el exalcalde popular ha respondido con una campaña activa y personalista.

En Unidas Podemos y Més los mensajes son claramente favorables a la reedición del Pacto de legislatura. Los primeros tratan de marcar su perfil más social para arañar votos a la izquierda. El candidato Juan Pedro Yllanes busca no solo ser necesario para una mayoría progresista, sino entrar en el Govern. El PSOE ha dejado claro que prefiere seguir en La Moncloa en solitario. Habrá que ver si piensa lo mismo Armengol tras el 26M.

Miquel Ensenyat tiene la difícil tarea de revalidar los exitosos resultados de 2015, tras cuatro años de gobierno que su electorado reivindicativo y exigente juzga siempre con dureza. Més se ha graduado en el poder y vende capacidad de gestión en áreas clave como Turismo y Bienestar Social, en el Consell, donde promete ahora una autovía hasta Campos menos impactante, y sobre todo en el ayuntamiento de Palma, en el que Toni Noguera ha rentabilizado sus dos años de vara de mando más que el PSOE.

Ciudadanos, que le arrebató el liderazgo del centroderecha al PP balear en abril, se presenta a estos comicios con tres cabezas de lista al Govern, Marc Pérez Ribas, al Consell, Beatriz Camiña y a Cort, Eva Pomar, sin experiencia política. Ofrecen renovación y eficacia en la gestión política y confían en el tirón de la formación naranja para obtener unos buenos resultados.

El Pi vende la veteranía de sus candidatos, Jaume Font, Xisca Mora y Josep Melià, y demuestra su fortaleza en la part forana. El principal reto de estos comicios será conseguir representación en Palma.

Vox, por su parte, tras ver rebajadas sus altísimas expectativas en las generales, se ve con un pie en las instituciones baleares. Estrenarse como partido con un escaño en el Congreso es meritorio y las encuestas y la alta asistencia a sus actos indican que pueden estar en la Cámara autonómica, consells insulares y los principales ayuntamientos, especialmente en Palma y Calvià.

Descartadas las mayorías absolutas, Balears afronta el 26M con la certeza de que los partidos tendrán que entenderse para gobernar. El archipiélago parte, en ese sentido, con ventaja. Mientras los partidos estatales han perdido la pasada legislatura por su incapacidad de mantener acuerdos estables de gobierno, en las islas el pacto ha ofrecido cuatro años de estabilidad, a diferencia de las dos experiencias anteriores de gobiernos de izquierdas y nacionalistas.

A la derecha, el PP aventura una "remontada", que no reflejan las encuestas, pero que de producirse, nos mostraría un posible escenario de entendimiento hasta ahora inédito en las islas, ya que los populares habían gobernado en anteriores ocasiones con Unió Mallorquina, un partido de corte regionalista, todo lo contrario que Ciudadanos y la ultraderecha de Vox.

Las principales incógnitas se resolverán dentro de una semana. Después, se abrirá un periodo para materializar los pactos y constituir los gobiernos. Una nueva legislatura en la que Balears debe afrontar decisiones sobre su futuro ineludibles, desde el modelo turístico al desafío del cambio climático. Para que la política esté a la altura de los desafíos, los ciudadanos deben implicarse y comprometerse y acudir a votar el próximo domingo, porque cuanto más alta sea la participación, mayor representatividad popular y mayor legitimidad democrática tendrán los resultados.