El rey de los persas Jerjes cogió un enfado monumental cuando un temporal destrozó los puentes que mandó construir. El protohistoriador Heródoto lo cuenta así: "Ordenó asestar al Helesponto -lo que hoy conocemos como el estrecho de los Dardanelos- 300 azotes a latigazos y arrojar a sus aguas un par de grilletes. Y además, junto a esto, he oído decir que envió también a estigmatizadores para que lo marcaran a hierro. Y ciertamente les ordenó que, mientras lo azotaban, dijeran palabras bárbaras e insensatas: "Agua salada y amarga, el señor te impone este castigo porque lo has ofendido a él que nunca te ultrajó".

Las reacciones de los partidos políticos tras el 28A se asemejan mucho a las de Jerjes. Sobre todo entre los derrotados. Azotan el mar antes de buscar en casa sus problemas.

El PP es el partido que con más ahínco encuentra fuera los culpables de sus errores internos. La FAES que comanda José María Aznar ha llegado muy lejos al culpar a los electores, el mar inestable e incontrolable en el que navega todo comicio. Les ha echado en cara la "ignorancia temeraria de las reglas de juego electorales".

El puente de mando conservador tampoco acierta. Pablo Casado, que el viernes invitó a Vox a entrar en su gobierno, el martes le afeó que fuera de ultraderecha y reivindicó el centrismo abandonado durante la campaña.

Anunció a todos los catalanes que les arrancaría la autonomía a través de un 155 permanente y les mandó a una diputada cunera, Cayetana Álvarez de Toledo, para fortalecer el mensaje. Atendía las sugerencias de algunos medios de Madrid con el resultado de que los populares han pasado de seis diputados a uno en Cataluña. Y los mismos asesores mediáticos siguen sosteniendo que fue un éxito enviar a la marquesa que no habla catalán a Barcelona. ¿Qué queda del partido que aspiraba a representar un catalanismo moderado en el seno de España?

Ninguna embarcación llega a buen puerto con tantos cambios de rumbo. Lo saben en el PP balear. Biel Company y Marga Prohens tienen el partido a punto de naufragar y se agarran a la tabla de salvación del centro y de la moderación. Su problema es que en 22 días tendrán que convencer al pueblo de que son el PP de siempre, el que arrasaba en las elecciones autonómicas porque enraizaba mejor que nadie en la forma de ser de los mallorquines.

Pedro Sánchez, Francina Armengol y los podemitas de Balears no azotan el mar electoral. De momento le echan flores. Pero desde hoy y hasta el día 26 se enfrentan a varios dilemas. ¿Mantendrán los electores de Balears la ola y renovarán por primera vez desde 1999 un Govern de izquierdas? ¿Mantendrán los votantes de la izquierda de ámbito nacional la movilización ante el miedo a Vox y a una alianza del centroultraderecha? ¿Més recuperará, como es habitual, el voto de las autonómicas que le traiciona en las generales? ¿Qué efecto tendrá una mayor dispersión del voto progresista en el reparto de escaños? ¿Considerará el elector conservador que ya ha castigado suficientemente al PP y volverá al redil del partido? ¿Seguirá atendiendo el joven de derechas la llamada de Ciudadanos y Vox en detrimento de un PP caduco? ¿Decidirán los votantes que no es conveniente que el PSOE se adueñe de demasiadas instituciones y apostarán por un contrapoder en las autonomías y municipios?

Según como se resuelvan estos interrogantes, unos u otros seguirán azotando como hizo Jerjes hace 2.500 años al mar de los electores o lanzándole flores.