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Ramón Aguiló

Escrito sin red

Ramón Aguiló

Pasar de incógnito

Del documento del PSOE es muy difícil extraer compromisos específicos cuyo cumplimiento pueda ser medido en el futuro de forma objetiva. Abundan las expresiones de voluntad política

Sánchez presentó la pasada semana las 110 medidas que el PSOE propone como su programa electoral. De entrada hay que calificar como positiva la presentación de un texto que posibilite a los ciudadanos evaluar las intenciones de un partido que concurre a las elecciones del 28 de abril. Porque de eso se trata, de intenciones. Porque del documento del PSOE es muy difícil extraer compromisos específicos cuyo cumplimiento pueda ser medido en el futuro de forma objetiva. Abundan las expresiones de voluntad política muy por encima de medidas concretas, tales como modernizaremos, avanzaremos, impulsaremos, trabajaremos, lideraremos, elaboraremos, propondremos, contribuiremos, reformularemos, promoveremos, defenderemos, fortaleceremos, adaptaremos, y así sucesivamente, una inacabable sucesión de voluntariosos verbos que comprometen poco o casi nada. Después del histórico compromiso fallido de 1982, de creación de 800.000 puestos de trabajo, han decidido que no les van a pillar más en incumplimientos. Ahora ya todo es vaporoso, humo. Van a liderar infinitos pactos de Estado: por la educación, ante la pobreza infantil, contra la violencia de género, contra la corrupción, para la transición energética€ La realidad es que durante cuarenta años, en los que en su mayoría han gobernado los socialistas, han sido incapaces de alcanzar uno siquiera, ni el pacto más esencial para acceder a la sociedad competitiva del conocimiento, el de la educación. No se sabe por qué ahora serían capaces de lograrlo. Hablan de reformar los aspectos más lesivos de la reforma laboral de 2012, pero no dicen cuáles. De eliminar el déficit de la Seguridad Social, pero no dicen cómo. De la escolaridad gratuita entre cero y tres años, pero no dicen cuantos niños de esas edades van a estar escolarizados ni el presupuesto destinado. Hay algunas excepciones como, por ejemplo, la eliminación de la indexación actual de las pensiones, apostando por la revalorización según el IPC, aunque sin cuantificar su financiación ni la imposición fiscal para financiarlas; o el compromiso de aprobar una ley reguladora de la eutanasia y la muerte digna.

Sería muy interesante conocer el número de ciudadanos que antes de votar se hayan leído el programa del PSOE y del resto de partidos. Don Cógito me informa de que, según sus impresiones, son muy escasos. Las motivaciones del voto, no solamente en España, están muy poco ligadas a los programas electorales, que casi nadie lee. Tienen más que ver con el perfil ideológico, la tradición familiar, el castigo por la situación política del país, o el posicionamiento ante un acontecimiento trascendental. Si en tiempos del bipartidismo imperfecto era relativamente fácil optar por PSOE o PP, con la incorporación de Podemos, Ciudadanos y Vox las opciones son más complejas y se abre una función en la que los papeles son más ambiguos. Ya no se trata de un programa sino de con quién se va a pactar para formar gobierno. Casado y Rivera se ofrecen mutuamente formar gobierno, no para gobernar sino para echar a Sánchez; cada uno en posición subordinada al otro, exteriores para Rivera, sin cartera para Casado; éste, denuncia que al final Rivera pactará con Sánchez. Iglesias condiciona su apoyo a Sánchez a su entrada en el gobierno; todavía no ha reclamado la vicepresidencia y avisa del peligro de un pacto de C's con Sánchez. Y Sánchez reclama gobernar sólo, sin parásitos mientras su segundo, Ábalos, prefiere C's a Podemos. No hay programa que valga. Lo que vale son las encuestas. El verdadero programa es la promesa de con quién se está dispuesto a formar gobierno según lo que dictaminan aquéllas. Aunque después, sin la presión de los votos, van a hacer según les venga en gana. Don Cógito me asegura que lo que más le conviene al país, por mucho que le desagraden sus respectivos líderes, es un gobierno formado por PSOE y C's. Es lo que temen los otros líderes aún más desagradables si ello fuera posible, Iglesias y Casado.

Hay que precisar, sigue con su plática don Cógito, que el papelón más impresentable es el de Sánchez y el PSOE. Si se conviene (parece que hay consenso) que el problema más importante e insoslayable de la democracia española, muy por encima de la cuestión educativa, o de la inmigración, o de la financiación de las pensiones, o de la violencia de género y del feminismo en general, o de la España vaciada, es el del proceso independista catalán, es obvia la necesidad de apuntar al remedio. PP y C's ya lo vienen apuntando sin desfallecer ni un momento: la aplicación del artículo 155 todo el tiempo que sea necesario. Podemos también, sigue ofreciendo la solución del referéndum acordado entre el independentismo y el gobierno, para lo que sería necesaria la reforma constitucional. Vox, que tiene soluciones para todo, también las tiene para esto: suprimir todas las autonomías y volver al Estado centralizado. Iceta, el verso bailarín de Sánchez, apunta al referéndum cuando el porcentaje de independentistas sea del 65%; será irremediable entonces. Claro que al día siguiente afirma lo contrario. Sánchez no dice nada sobre la problemática más ardiente de la democracia española. ¿Por qué? Pues para posibilitar hacer lo que más le convenga para seguir gobernando; para poder contar con los votos de los independentistas si fuere necesario. Nos hurta el conocimiento de sus verdaderas intenciones, una estafa. Me lo dice don Cógito: que no pase sin que sepamos qué va a hacer con nuestros votos en lo más trascendente: que no pase como si fuera de incógnito.

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