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Antonio Tarabini

La acción política, un baile de máscaras

Un célebre narrador de los carnavales describía maravillosamente sus bailes de máscaras. "Tienen libertad de presentarse con todo tipo de máscaras, los hombres con vestidos de mujeres, las mujeres con vestidos de hombres; con máscaras de todos los países, de todas las edades, de todas las clases, por muy extrañas y absurdas que sean. Aquí todo está permitido, y cuando más rara sea una máscara, más se la admira". En este país, que se llama España, estamos celebrando nuestros propios carnavales, incluidos sabrosos bailes de máscaras, en pleno mes de marzo y con el riesgo, si los dioses no lo remedian, de que se prolonguen hasta el 2 de mayo. El sagaz lector habrá intuido que me refiero al gran carnaval que los partidos políticos, incluidos los nuevos, están protagonizando desde el 20D.

Pero comienzan a percibirse síntomas relevantes de cansancio y hartazgo ante la gran mascarada cuyos protagonistas, viejos y nuevos líderes, alternan el disfraz de lagarterana con el de Pinocho, o el de filibustero. Manuela Carmena, alcaldesa de Madrid ha definido muy bien la situación: "A veces parecen niños grandes jugando a ver quién coge la pelota, cuando lo importante es que acaban de ser elegidos y la sociedad ha querido que se pongan de acuerdo. Lo bonito sería ver cómo se hace el acuerdo, no cómo se dicen improperios, declaraciones... ¡Realmente parecen niños!".

En plena mascarada los días transcurren hacia el 2 de mayo, fecha límite para disolver el Parlamento y convocar nuevas elecciones el 26 de junio cuyos resultados podrían ser muy similares a los actuales. En el mejor de los casos, tendríamos gobierno el mes de setiembre. En el entretiempo los ciudadanos tenemos que seguir esquivando las dificultades cotidianas. Y la UE nos urge con nuevas "reformas" para que nuestro crecimiento económico siga "creciendo", sin que sepamos a qué reformas se refieren (¿más recortes?, ¿más reforma laboral?) ni a que tipo de crecimiento. También se nos recuerda nuestra obligación de reducir el déficit, con sus consiguientes medidas de estabilidad financiera y fiscal. Sin olvidar que revisemos los presupuestos del 2016, aprobados sólo con los votos del PP, en los que los técnicos de la UE perciben diversos y relevantes "errores de cálculo". Mientras, Rajoy seguirá presidiendo el gobierno en funciones gestionando el día a día. Y, para más inri, el presidente en funciones se niega a dar cuenta de sus labores al Parlamento que, dicho sea de paso, es donde radica la soberanía popular.

En las últimas fechas los "poderes fácticos" internos y externos, de toda índole y especie, presionan con fuerza y se han recrudecido los rumores de posibles pactos de gobernabilidad, aunque sean en tiempo de descuento. Como es lógico, los hay de toda naturaleza y especie. Los populares siguen empecinados en la "gran coalición" (PP, PSOE, C's) cuyo timonel natural (?) es Mariano Rajoy. Esta es la opción preferida por determinados poderes fácticos, incluidos los europeos, dispuestos a sacrificar a Rajoy en caso de necesidad. Pedro Sánchez afirma, con ocasión y sin ella, que no pactará un posible gobierno con los populares, con Rajoy o sin él; entre otras razones porque supondría la muerte política de los socialistas. Comienza a insinuarse una coalición más amplia y plural que posibilite un gobierno de gestión presidido por una persona de prestigio y ministros pluripartidistas, tal como se hizo en Grecia e Italia. Según la opinión de múltiples expertos, tal fórmula de gobierno significaría aceptar el fracaso de la política como tal, sin garantizar resultados significativos a favor de los intereses generales. Todas las opciones son posibles, en política nadie puede afirmar "de esta agua no beberé". Pero la "gran coalición", la clásica o la ampliada, son improbables. Lo que no debería impedir (hoy por hoy, misión imposible) llegar a acuerdos puntuales referidos a cambios legislativos y de la Constitución donde los votos de los populares son imprescindibles.

Regresa a escena la posibilidad de un gobierno de coalición, de cambio, reformista y de progreso con Podemos y sus confluencias, Compromís y IU (estas dos fuerzas políticas parecen mas abiertas a acuerdos más amplios). No es fácil. El acuerdo (no es un pacto de gobierno) PSOE y C'S, sigue vigente. El documento, dícese que abierto a posibles cambios, incluye 200 propuestas, algunas de ellas difíciles de asumir no sólo para Podemos sino también para los socialistas. Pero, además, la desconfianza domina el ambiente; el climax está herido, puede que no de muerte pero si de gravedad. También se insinúa la posibilidad de integrar independientes de prestigio. En cualquier caso necesitarían como mínimo la abstención de Ciudadanos o el voto/abstención de partidos de talante soberanista.

¿Es posible un gobierno de coalición estable apoyado por una mayoría sólida, y capaz de negociar y pactar acuerdos y leyes en el Parlamento con distintas fuerzas políticas? La solución del puzzle es compleja. Lo contrario nuevas elecciones el 26 de junio, a no ser que aceptemos que se nos impongan falsas soluciones.

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