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Tribuna

Ecotasa 2016: Déja-vu

Doce años después de su derogación y para desazón de los hoteleros, el Govern vuelve a oficiar la ceremonia de la confusión sobre este impuesto. Habiendo sido uno de los portavoces del sector en la discusión política de la ecotasa de 2002/3, quisiera recordar algunos argumentos estrictamente económicos que entonces pusimos sobre la mesa:

Primero: por favor, dejen de hablar de ecotasa. No es el coste de un servicio, sino un impuesto especial, y ni el GOB se cree hoy que los recursos obtenidos vaya a invertirse en mejoras medioambientales. Su objetivo es recaudatorio y este nuevo impuesto se vende a la ciudadanía como una carga impositiva a terceros: que paguen los turistas, que no votan, o los hoteleros, que son muy malos. Si se convocase un referéndum con pregunta única: ¿quiere usted reducir sus impuestos por vía de cobrárselos a los turistas?, el porcentaje de voto afirmativo sería abrumador.

Segundo: por favor, no creen falsas expectativas sobre su cobro en puertos y aeropuertos. Si el Govern lo intentase se enfrentaría al Estado, a las compañías aéreas, a los ciudadanos de otras islas en vuelos interinsulares, a la Comisión Europea y a los propietarios de inmuebles que vienen a disfrutar de ellos después de haber soportado ya otros muchos impuestos: no puede ser y además es imposible.

Tercero: hace quince años dijimos que esta exacción sobre el alojamiento tenía tres defectos: no era universal ni simple ni racionalmente justificable ante sus sujetos pasivos. No fue universal porque muchos turistas no la pagaron, ni fue de fácil gestión para los hoteleros-recaudadores, ni tuvo buena prensa en los mercados emisores, para decirlo caritativamente. Ninguno de estos defectos parece que vaya a corregirse.

Cuarto: aunque soy pesimista, me gustaría que los ciudadanos no se creyeran las teorías económicas de algunos profesores que afirman sin sonrojarse que un impuesto sobre las pernoctaciones no tendrá efectos sobre la demanda. A los ricos y a quienes aman mucho a Mallorca este coste adicional no les disuadirá de visitarnos, pero la mayoría de los mortales consumirán algo menos en el bar de la esquina, acortarán algún día su estancia y, en muchos casos, decidirán disfrutar sus vacaciones en otro destino más barato. La elasticidad de la demanda turística es de las más altas de la economía mundial y sigue creciendo por la transparencia que ofrece internet.

¿Quiere esto decir que los representantes del pueblo no pueden legislar una subida de impuestos? Por supuesto que sí pueden, pero deberían escoger un modelo que provoque el menor rechazo posible. Hace tres años el denostado Gobierno de Madrid puso al sector una banderilla de castigo: dos puntos más de IVA. Curiosamente no he oído a ningún Govern reconocer que su participación en este impuesto ha aportado a las arcas autonómicas casi un centenar de millones de euros anuales. Ni tampoco que sólo la coincidencia de esta subida con una demanda turística excepcional desde 2011, atribuible a hechos geopolíticos imprevisibles e incontrolables, impidió una caída de la cuota de mercado española. A ver hasta cuándo nos dura la suerte.

Quinto: ¿corremos el riesgo de que como consecuencia del nuevo impuesto caiga la recaudación de los impuestos transferidos (ITP e IAJD) y compartidos (IVA, IS y especiales) que financia a Balears? Por una parte la creación de un sobrecoste obligatorio sobre las estancias reducirá la libre capacidad de gasto del turista. Por otra parte, el temor a una contracción de la demanda puede afectar al ánimo inversor de los empresarios. Y si el consumo y el gasto inversor se redujesen, la pérdida de recaudación de los actuales impuestos podría igualar o superar lo aportado por el nuevo.

Sexto: espero que los empresarios de la oferta complementaria sean conscientes de que cuanto más pague el turista por alojarse menos gastará fuera del hotel. Es decir, que podría acabar fomentando el todo incluido, su bestia negra.

Séptimo: el Govern teme que pueda reforzar la estacionalidad, de ahí que esté estudiando no aplicarlo en invierno, y es que cincuenta euros por familia representan en marzo porcentualmente mucho más que en agosto.

Octavo: es notorio que a muchos ciudadanos les molesta el turismo de masas, por lo que la bondad del impuesto estaría más en la reducción del número de visitantes que en la recaudación obtenida. Pues bien, el daño sería terrible si esto se consiguiese.

En Mallorca se hubiese podido desarrollar un turismo diferente y, de haber sido así, nuestra isla tendría probablemente una población bastante más pequeña. Pero resulta que tenemos más de un millón de habitantes, muchísimos empleados públicos y una creciente masa de jubilados que han cotizado en el sector los últimos cincuenta años. Para mantener sus salarios y prestaciones sociales solamente contamos con este molesto monocultivo turístico, así que los experimentos, por favor, con gaseosa. Porque aparte de los brindis al sol que cada Govern hace al comienzo de la legislatura, llevo toda mi vida esperando una propuesta seria de economía alternativa.

(*) Expresidente del Fomento del Turismo (1996-2005)

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