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Jose Jaume

PSOE o PSOE de Andalucía

Las causas por las que el PSOE es inabordable en Andalucía, las razones que han hecho imposible desalojarlo de la Junta, han sido analizadas hasta la saciedad, pero sigue constituyendo un arcano conocer las íntimas convicciones de los ciudadanos andaluces que una y otra vez votan al partido socialista, hasta el punto de que cuando, como en 2012, en el punto álgido de la apoteosis del PP, le sitúan en segunda posición, a escasas décimas de los populares, les conceden la hoy averiada muleta de IU para impedir el gobierno de la derecha. Andalucía es del PSOE y el 22 de marzo se corroborará nuevamente. Allí Podemos no consigue asaltar la fortaleza. El PSOE es Andalucía y Andalucía es el PSOE. Tal vez siga operando con inusitada fuerza lo acaecido ochenta años atrás, cuando el golpe de Estado militar desembocó en la Guerra Civil, que en el sur desencadenó una represión de una atrocidad inigualada, prolongada en la posguerra, a la que se sumó el hambre. Ocho décadas después la memoria histórica de lo ocurrido sigue manifestándose con fuerza, y de ahí que el PSOE no pueda ser desarbolado, sobre todo en las pequeñas y medias poblaciones. Se dirá que la redes clientelares son esenciales, pero no parece argumento suficiente para ofrecer un relato convincente de la primacía socialista. Andalucía es de izquierdas. Lo seguirá siendo y posiblemente el PSOE, la "izquierda posible", como ahora vergonzantemente proclaman los socialistas, ampliará el control de las instituciones reconquistando en mayo algunas de las ocho capitales.

Es chocante la fortaleza que los socialistas enarbolan en el sur en contraposición al desfallecimiento que evidencian en el resto de España. En Madrid, Cataluña y Valencia, en otro tiempo zonas en las que acarreaban no pocas docenas de diputados, están exangües: en Cataluña moribundos; en Madrid, apiolado el impresentable Tomás Gómez, impotentes ante la fuerza que si las encuestas no yerran ha adquirido Podemos y, en Valencia, otro tanto. Parece más que evidente que el PSOE ya no es el PSOE sino el PSOE de Andalucía. El partido socialista, que antaño presumió de vertebrar España, es hoy andaluz. El partido hegemónico del sur de España. El PSOE es Andalucía, Extremadura y poco más. Una situación inédita en la historia democrática de España de los dos últimos siglos, que es ocioso recordar que tristemente no ha sido muy dilatada en el tiempo.

El PSOE saldrá reforzado de las elecciones del 22 de marzo en Andalucía. Obtendrá una minoría ampliamente mayoritaria dejando al PP muy rezagado. Después de la victoria de los populares en marzo de 2012, tan insuficiente que constituyó la gran derrota de Javier Arenas, a quien todas las encuestas de los medios de comunicación y el CIS concedían una esplendorosa mayoría absoluta, el PP se dispone a asumir que con el inane Moreno Bonilla van a ser una simple comparsa en el Parlamento andaluz. Han aceptado de antemano la derrota al ofrecer al PSOE su colaboración para impedir que Podemos entre en el juego de las alianzas. No se contempla a menudo a un partido que se descarta para la victoria. El PSOE de Andalucía ganará; se verá con quién pacta. Casi es lo de menos. Lo relevante es que Susana Díaz será ratificada como la única líder socialista disponible. La gran dominadora del sur. Después del 22 de marzo sí que podrá ratificarse que cualquier reforma sustancial de las instituciones españolas pasa irremediablemente por la aquiescencia del PSOE. El PSOE del sur. El único relevante. Nada podrá hacerse en contra de la Andalucía gobernada por Susana Díaz.

Eso deja a Pedro Sánchez en la calamitosa situación en la que se encuentra: el nominal secretario general del PSOE carece de la fuerza y capacidad necesarias para imponer discurso y tesis. Es un dirigente de paso. El destrozo que ha perpetrado en Madrid lo evidencia. Las lamentables semejanzas con un antiguo presidente del PP, Antonio Hernández Mancha, un andaluz, por cierto, son acusadas. Aquel hombre tuvo la osadía de presentar una moción de censura contra Felipe González, cuando éste se hallaba en el cénit de su aceptación, bien entrada la década de los ochenta del pasado siglo; el resultado fue catastrófico: al poco tiempo Manuel Fraga lo descabalgó sin miramientos. La moción de censura que Pedro Sánchez ha presentado contra su voluntad no es otra que las elecciones anticipadas en Andalucía. Es Susana Díaz quien le ha dado un soberano sopapo al convocarlas. Cuando las haya ganado de Pedro Sánchez no quedará nada. Después de firmar el pacto contra el terrorismo islámico no es que quede mucho, y eso que el medio de comunicación que se desespera por apuntalar el bipartidismo divulga encuestas en las que la cadena perpetua revisable obtiene una aceptación mayoritaria entre los ciudadanos. A toda costa se ha de conseguir que Pedro Sánchez sea el candidato de los socialistas y se convierta en el vicepresidente de Mariano Rajoy en la gran coalición que se prepara para 2016.

La levedad del secretario general se plasma en todas y cada una de sus intervenciones. En el escaso interés que suscita. Hasta cae bien en las encuestas. No está especialmente mal valorado. Para qué. En Palma, el domingo, exhibió sus notorias carencias. En el destape no se quedó atrás la secretaria general del PSIB (será PSOE, como siempre, cuando se inicie la campaña electoral; o sea: desde ahora mismo) Francina Armengol, que se dispone a vivir una tragedia electoral similar a la que le aguarda a Pedro Sánchez.

Tenemos, en el año en el que se solventarán a las bravas cuestiones trascendentales, a un PSOE reconvertido en el gran partido del sur de España. Exclusivamente en el partido del sur. La ensoñación que tantas veces denunciaron los nacionalistas catalanes y mallorquines se ha transmutado por fin en inopinada realidad: el partido socialista solo existe de verdad en el sur, lo que no es poca cosa: sin Andalucía no se entiende España. Lo malo, para los nacionalistas, por supuesto, es que el espacio que el PSOE se ha visto forzado a abandonar, no lo están ocupando ellos. Lo hace Podemos. El desespero de los independentistas es en Cataluña manifiesto.

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