Creo recordar que ya he disertado sobre este asunto, pero un columnista arriesga menos al repetirse que al desmentirse. Además, la crisis de Toni Nadal es tan caleidoscópica que me han iluminado nuevas ideas al respecto. Y sobre todo Ella, siempre Ella, me pregunta exigente si no conozco una forma menos tópica de abordar la salvaje recepción del entrenador de Rafael Nadal a la nueva capitana de la Copa Davis. De modo que olviden lo que comenté ayer sobre la imitación que el Tío Toni hizo de la autocombustión espontánea de Arias Cañete, prodigando además los visajes de quien expone a sus conmilitones el argumento de La entrenadora libidinosa, joya del cine erótico.

De momento, Toni Nadal ha colocado en el candelero a una perfecta desconocida, de la que ignorábamos hasta la mano que utiliza para el golpeo. Una vez que la susodicha ha respondido con encomiable inteligencia a los exabruptos rijosos de su colega, imaginemos que la sobrepresión inculcada por el tío del monstruo suponga un estímulo que la impulse a conquistar la Copa Davis. A los acusadores, empezando conmigo mismo, nos costará disociar un desempeño que deseamos de los ultrajes verbales sufridos por la capitana. Sobre todo, porque hay precedentes de la misma boca.

En efecto, Toni Nadal no se ha retractado porque es reincidente. Ya trató con inhumanidad a otra persona, con la que se mostró inmisericorde y corrosivo en sus valoraciones. No era una mujer, sino un niño indefenso al que desarmó psicológicamente y privó de sus certezas infantiles. Aquel chaval se llamaba entonces y hoy Rafael Nadal. Cada lector deberá calibrar si aquella explotación infantil está vinculada al triunfo del maltratado pupilo en nueve Roland Garros. O si el tenista presentaría el mismo currículum con otra metodología soft. Solo para quienes hemos atacado estos días al tío Toni, ¿le encomendaríamos a un familiar prometedor de cualquier sexo, con la esperanza de que lo convirtiera en un campeón? Es tan difícil criticar.