La abstención prevista de CiU a la abdicación del Rey constituye una rabieta oportunista, que es también un guiño a Esquerra Republicana, que reduce a cenizas la larga trayectoria de sentido del Estado que mantuvo esta coalición desde su formación y hasta que terminó imponiéndose el soberanismo primario que carece de consistencia intelectual y que está lanzando a Cataluña hacia un callejón sin salida, hacia un conflicto que puede ser muy oneroso para todos. CiU fue pieza clave en la formación del consenso de 1978 que dio lugar a la Constitución, que dio a España y a Cataluña décadas de insólita prosperidad en todos los sentidos, y que todavía hoy acoge a este país moderno. La abdicación de don Juan Carlos es un hito en el camino de normalidad que todos estamos recorriendo desde entonces. Abstenerse ahora, cuando CiU pretende alardear todavía de sujeción al Estado de Derecho (otra cosa agravaría la hostilidad que la comunidad internacional ya muestra hacia el proceso soberanista), en una cuestión como ésta, cargada además de emotividad, es una puerilidad que termina de confirmar que Artur Mas es un autómata obcecado y no un estadista, por lo que ni la historia ni la sensibilidad política hacen mella en su inflamada y torva pasión identitaria.