Ya no soy importante, pero sí lo fui en algún tiempo del siglo pasado. A medida que sumo años importo menos, me desvanezco. Pero gente amiga llama a mi memoria.

Digo esto porque desde hace un par de meses me están solicitando cosas de mi pasado y, entre ellas, las que atañen a la mejor aventura de mi vida: la fundación de la Asociación Sindical de Industriales de Mallorca y de sus polígonos industriales. Yo sugerí sus nombres a la Comisión Coordinadora y Ejecutiva de ASIMA. A Son Castelló, Polígono de la Victoria. A Can Valero, Polígono de la Paz. La Victoria para hacer la pelota al caudillo de España por la Gracia de Dios. La Paz para que la gente del cara al sol pensara alusivo a la paz de Franco. Lo cierto es que yo pensaba en su proximidad al cementerio, donde mora la auténtica paz.

Recuperada la soberanía nacional devolvimos su nombre a la tierra. Can Valero a Can Valero. Son Castelló a Son Castelló.

Lo de aquel tiempo sigue presente en mi afán. Cada día, tan luego como trago las pastillas de dormir, me despido de Ramón Esteban, dedicándole un pensamiento. Y de Guillermo Rotger Rigo, joven soldado de mi pueblo „Alquería Blanca, de Santanyí„, juguetón y amable con los niños.

Murió "gloriosamente por Dios y por España", como indica un diploma que busco ahora y no encuentro, pero que está por ahí entre papeles y libros. Sucedió en el frente de Ebro, en 1938. Mi padre era cartero de s´Alquería pero yo le sustituía ya a los doce años. Me tocó llevar la fatídica carta a una casa en pleno campo. Encontré en la era, trillando, a los padres de Guillermo. El sobre era azul y venía del cuartel general del generalísimo. La era estaba a cien metros de la casa. Me vieron. Pararon la mula. Me llamaron. Eran analfabetos los dos. "Nos la quieres leer, Damián". Lo hice.

En mis ojos, entonces niños, permanece imborrable el llanto materno trazando surco sobre la piel del rostro tapizado del polvo de la trilla. Mudos los padres. Dolor y asombro en todos los ojos y lágrimas en los míos, porque Guillermo, no gloriosamente muerto, sino dolorosamente acabado, era mi amigo grande.

Aquel día mi alma perdió su virginidad.

Luego fui mozo de barbero y luego muchas otras cosas.

Quiero decir que mis dos muertos siguen teniendo cada noche mi despedida. Les pregunto: "¿Lo he hecho bien hoy?"

Pasó tiempo y fui letrado de rompe y rasga. El más joven de España. Menor de edad. A los 22, profesor ayudante de Economía Política y de Hacienda Pública en la Universidad de Barcelona. Puse despacho en Palma. Y prosperó en poco tiempo.

Hace medio siglo me tocó la suerte de asistir a Ramón Esteban Fabra. Quiero decir que me cupo la gran suerte de ser comadrón de ASIMA y durante treinta años su letrado asesor. Algo más que esto: el amor profesional de mi vida. Eje de mi pensamiento. Piedra angular de mi oficio.

Constituimos una asociación por muchos títulos venerable: Por su singularidad „primera de España„, por su generosidad, primera en industria y comercio balear, por la calidad humana de las distintas comisiones que la han ido gobernando, por el cariño entrañable y medular que le dio vida.

Fuimos espejo de todos los polígonos industriales que surgieron en España. Cuando la inquietud llevaba a personas de distintas ciudades a ver a López Rodó, en aquel tiempo ministro del Plan de Desarrollo, decía: Id a Palma, allí saben. Entonces ASIMA hizo amigos en distintas ciudades que a alguna avenida de sus polígonos la bautizaron "Avenida de ASIMA".

Ramón y yo íbamos a Madrid para explicar aquella cosa rara de fundar una asociación. Girón, ministro de Sindicatos „a mí me llamaba "el rubito"„ nos recibía entre la sorpresa y la sospecha: "¿Pero qué hay detrás de todo esto?". Para complacernos, en un supremo acto de confianza, nos dio el plácet y constituimos la Asociación Sindical de Industriales de Mallorca. La pasamos por todo el abanico de profesiones, porque cada oficio tenía su sindicato y a ASIMA la apuntaron a todos. De ahí que nuestras calles tengan nombre de oficios: tejedores, herreros, etc. A la Avenida Central, la bautizamos con la fecha de la fundación de ASIMA.

Es de justicia señalar la ayuda generosa de Mario Jiménez de la Espada, delegado provincial de Sindicatos.

ASIMA constituyó el Instituto Balear de Dirección de Empresas y el Patronato de la Victoria. Los financió prestando un inmenso servicio a la provincia.

Desplegamos inquietudes levantando sospechas sobre la fidelidad a los "principios generales del movimiento" que, dicho entre nosotros, no eran malos. No lo era el Fuero del Trabajo, ni el Fuero de los españoles. Más duro de roer eran los "puntos de la Falange". Sobre todo aquel que rezaba: "Creemos en la suprema unidad de España. El separatismo es un crimen que no perdonaremos". Y no lo perdonaron.

Es curioso. A mí, varón ya sosegado, sigue pareciéndome radicalmente malo el separatismo tanto como la imposición de lenguas a los mallorquines. Admisibles, a mi juicio, solamente lo son las del espíritu santo el día de Pentecostés a los apóstoles.

Se me acorta el espacio y aún no he dicho lo que más deseo€

Que ASIMA le debe a Mallorca la gracia de los grandes varones que los pueblos básicamente campesinos han dado a la isla. Nuestra secular miseria en menos de un siglo ha tornado millonaria aunque siguiendo miserable en algunos aspectos. Sin un Escarrer o un Juan Mora o un Jorge Roselló de Porreres, sin un Juan Nigorra de Santanyí, sin un Miguel Fluxa de Inca, sin un Antonio Fontanet o un pintor Barceló de Felanitx, sin un don Juan March de Santa Margalida, sin un Hidalgo y un Riu absolutamente mallorquinizados, no hubiera sido posible la existencia de ASIMA. Con ellos se internacionalizó Mallorca. Y no me olvido de don Pedro Riche con sus Perlas de Manacor y de otros, no muchos, que no acuden ahora a mi memoria.

Como a sus profetas en Israel, también aquí hacemos poco caso a un mallorquín de fragua y forja. Sabe más de Cristóbal Colom que, juntos, todos los mallorquines. Se llama Gabriel Verd, y no es teoría lo que asegura: que Cristóbal Colom nació en Felanitx. Ojalá arrugues la frente, lector o lectora, pero no te sonrías. Yo me sonreí hace unos treinta años al conocer a Gabriel Verd. Hasta que con papeles „no solamente con palabras„ me convenció. Cristóbal Colom, judío levantisco y de vasta cultura „hijo del príncipe de Viana y de Margarita Colom, de Felanitx„ discípulo de Jafuda Cresques en la escuela mallorquina de navegación, debe ser reintegrado a su Mallorca natal sin más demora. Nunca pudo ser genovés inculto quien con tanta sabiduría y erudición llevo las tres carabelas a un mundo nuevo. Cierto que se equivocó porque en los portulanos de su tiempo faltaba el continente por descubrir y el Océano Pacífico o Mar del Sur.

Grandioso empeño el que Mallorca devuelva su patria a Cristóbal Colom pues no quita a Génova lo que nunca tuvo. Nuestro almirante escribía su apellido con "m", no con "n". Es una de sus argucias. Yo he visto esa "m" en las capitulaciones de Colom con la reina Isabel de Castilla en el año 1492.

La tarea compete a ASIMA porque no existe en nuestra isla institución ni persona con tantas posibilidades de llevarla a buen término. Grandeza pide grandeza.

Dar mallorquinidad al "Columbus Day" arropándolo con la potencia turística española no es un brindis al sol.

Tampoco lo fue el de Ramón Esteban al fundar ASIMA.

Los touroperadores y cadenas del mundo tienen fuerza bastante para inaugurar con faustos impactantes el nudo gordiano cortado por Gabriel Verd.

* Abogado